Lecturas domingo 17 de Agosto

Isaías 56, 1 y 6-7
Salmo 66
Carta a los Romanos 11, 13-15 y 29-32
Evangelio según San Mateo 15, 21-28

Recibid su alma y presentarla ante el Altísimo

"La mano que maneja la pluma vale tanto como la que conduce el arado".
Arthur Rimbaud; Una temporada en el infierno


Cada vez es más difícil discriminar qué leer. La selva de publicaciones es exuberante: libros se acumulan en el velador pidiendo minutos al momento de irse a acostar; páginas web con noticias de último minuto que jamás son las últimas; revistas con investigaciones que anulan los anteriores descubrimientos. La información es mucha, y cada vez resulta más complicado saber qué vale la pena leer y qué sería bueno desechar. Y porque nosotros estamos igual de perdidos respecto a lo que hay que leer, hemos preferido ayudar del siguiente modo: dejando de escribir. Es nuestra manera de colaborar con la descontaminación informática.

En todo caso, este silencio también tiene una razón teológica. Domingo a domingo hemos buscado sujetos y predicados que acompañen al Verbo de Dios. Libremente nos impusimos como tarea estirar las palabras al máximo en esta búsqueda, incluso forzando los conceptos para que den lo mejor de sí. Sin embargo, la tarea era desproporcionada frente a nuestros calambrientos empeños; aunque llenos de hollín, volvíamos de las profundidades del pirquén sólo con un puñado de carbón que compartir. Hemos sido vencidos por el espacio que dista entre una palabra y otra, el silencio que amenaza con el abismo a las notas musicales.

Pero el trabajo no ha sido en vano. Porque hemos conocido en carne propia la lucha nocturna de Jacob con el ángel, caemos rendidos ante el Misterio de Dios que lo inunda todo. Nos asusta menos el silencio y la soledad, los malos tratos o los cariños a destiempo; en el esfuerzo hemos sido vencidos por la insondable oscuridad del Dios que no hace distinción entre judíos y paganos, esclavos y libres, religiosos o laicos.

Ante el Misterio de Dios, tarde o temprano, terminaremos todos en silencio. Quizás por eso la muerte, Silencio total, será el definitivo encuentro con la multicolor presencia de Dios. Allí, sin más que decir, escucharemos por fin al Señor que ha pronunciado la primera Palabra y también dirá la última, aquella que ha comenzado cualquier diálogo y la que dará sentido a toda la conversación. Allí nos encontraremos con el Buen Samaritano: el que nos ha traído hasta esta posada y volverá, al fin de los tiempos, a cancelar todos los gastos que hemos hecho.

Los invitamos, entonces, al responso de este blog.

Mario

Rueguen por nosotros

Las putas tristes,
las putas descomunales,
las putas que hacen patria,
las putas que nunca se quejan,
las mujeres de vida alegre
cuyas vidas no son alegres,
las meretrices.

Las putas baratas,
las putas bíblicas,
las putas que necesitan lubricación,
las putas hijas de putas,
las putas redimidas
y recaídas,
las putas que alimentan con el sudor de su sexo a sus hijos.

Las putas caras,
las putas incondicionales,
las putas que no dan besos en la boca,
las putas que se pagan sus estudios,
las mujeres de la noche
no obstante trabajen todo el santo día,
las bataclanas.

Las putas ricas,
las putas fieles,
las putas obligadas desde pequeñas,
las putas que han probado todas las posiciones,
las putas despreciadas por sus hijos
que es el peor de los desprecios,
las putas que sufren fuera de su trabajo más que en su trabajo.

Las putas viejas,
las putas pomposas,
las putas que lo pasan mal,
las putas de burdeles,
las mujeres de vida fácil
cuyas vidas no son fáciles,
las golfas.

Las putas desgastadas,
las putas primerizas,
las putas que ya no ejercen,
las putas de plaza San Enrique,
las prostitutas con carné sanitario al día
aunque no se reconozca su profesión,
las putas que esperan inconfesablemente a alguno que las rescate.

Las putas golpeadas por sus clientes.
las putas golpeadas por sus cafiches,
las putas golpeadas por sus padres,
las putas golpeadas por sus hermanos,
las putas golpeadas por sus maridos,
las putas golpeadas por sus amantes,
las putas golpeadas por sus hijos.

Las putas extranjeras,
las putas cansadas,
las putas que les gusta el pico,
las putas del barrio San Camilo,
las putas que se sienten acogidas por la Iglesia
y las que no,
las rameras.

Las putas-travestis,
las putas despreciadas,
las putas que cobran sobre 150.000 pesos,
las putas de las esquinas comunes y corrientes,
las putas que más que otras presas
arriendan el oído,
las mujeres que por ser mujeres son tratadas como putas.

Las putas –todas las putas–
llegarán antes que nosotros al Reino de Dios.*

Ignacio

*Nota del Autor. Lo dice clarito Jesús en Mateo 21, 31: “En verdad les dijo que los publicanos y las prostitutas entrarán antes que ustedes al Reino de Dios”.

Debut y despedida

Como es la primera y la última vez que escribo un comentario en Todos los Domingos, me puedo dar algunas licencias. Normalmente nos inspiramos en el evangelio del domingo próximo, yo comentaré el anterior. Primero y último, de eso se trata.

El Evangelio de ayer es fuerte, en pocos pasajes vemos la humanidad de Jesús tan sorprendentemente como en éste. El maestro bueno desprecia, en un primer momento, a la mujer cananea (pues considera que su misión es solo "para las ovejas perdidas de Israel"), pero después, gracias a la insistencia de ella, lo reconsidera y sana a su hija. ¿No había sufrido él también prejuicios por el lugar donde nació? Cuando se presentó como profeta la gente comentaba: “¿De Nazaret puede salir algo bueno?” (Jn. 1, 45). Esta madre le recordó que él eligió ponerse del lado de los despreciados de la historia, no por sus méritos, sino por ser precisamente despreciados. No podemos olvidar que los preferidos de Dios son los marginados, los excluidos, los diferentes, los discapacitados, los que no tienen acceso a este blog. Primeros y últimos, de eso se trata.

Jesús se encarnó para decirnos que la salvación no viene del lado que nosotros creíamos, no llega desde el poder, no parte desde los puros e intachables, no chorrea desde los prestigiosos, no proviene desde los que escriben bien. Los primeros salvados no son los que tienen grandes ideales o se la juegan por superar la injusticia. Su predicación golpeó a la rígida sociedad donde vivió, porque quiso mostrarles que los salvados no son los que todos alaban. Si nos fijamos bien en los evangelios, su lenguaje no es almibarado, sino directo y punzante. Él le dijo al pan pan y al vino vino, aún cuando era lo políticamente incorrecto, él criticó a los de su tiempo por ser insensatos y necios, y echó a los comerciantes de la casa de Dios, para que pudieran entrar los pobres (aunque ellos construyeron nuevos templos). Primeros y últimos, de eso se trata.

En estos días de lluvia, mientras unos van de compras buscando la parka de moda, otros pasan frío… ¿y Jesús? Él pasó frío, nació en una cueva desnudo, y desnudo murió en una cruz. Pero, si se identifica con los excluidos es porque los acepta a todos. Al estar con los que se retrasan no deja de lado a los primeros. Ahora que están en el centro de nuestras miradas las carreras de velocidad, debemos reconocer que él felicitaría al último que atraviesa la meta... si el que llegó primero se va, se pierde la celebración. El que ríe último hace que la risa esté completa, el que ríe último hace que riamos todos juntos, en eso consiste el Reino de Dios, en que nadie quede fuera de la fiesta. Primeros y últimos, de eso se trata.

Que los primeros que lleguen al cielo –que son los últimos de este mundo– rueguen por nosotros, que nos creemos buenos. Primeros y últimos, de eso en realidad no se trata, sino de cómo él busca incluirnos a todos.

Ignacio Corcuera

Adiós


1 año y 10 meses en el aire.
59 semanas publicando.
47 opiniones de Mario.
11 comentarios de Andrés.
67 poemas de Ignacio.
54 invitados.
809 contactos en el mail.
Más de 19.666 visitas.
Y el infaltable Editor,
que metió su cola 73 veces,
dicen a-dios.

Esta puerta se cerró,
tal vez alguien grite después:
TLD “...sal fuera”.

Ignacio

(El Editor)

Nota del Editor:
Jesús le grita a Lázaro, que lleva 3 días en el sepulcro, "Lázaro, sal fuera" cuando lo resucita en Jn. 11, 43.

Lecturas domingo 6 de Julio

Zacarías 9, 9-10
Salmo 144
Carta de San Pablo a los Romanos 8, 9 y 11-13
Evangelio según San Mateo 11, 25-30

Lenguaje subtitulado


Al salir de la iglesia, y de la manera menos directa que pude, le pregunté qué le había parecido la prédica. Luego de varios años, la Jime parecía interesada en retomar su vida de fe y, como mucha gente, lo hacía yendo a misa.

Aunque quedamos en distintos lugares dentro de la iglesia, me las arreglé para no perderla de vista. Con uno ojo en el cura y otro sobre ella, me pasé la misa mirando cómo, a veces, repetía las oraciones junto a todos y, en otras, cómo permanecía en silencio; cómo fruncía el ceño o cantaba casi sin mover los labios.

Mmmm... bien, me respondió sin mucho ánimo mientras saludábamos a algunos conocidos míos al salir. “¿Y los cantos?. ¿Y la gente? ¿Y...?” No hubo caso. Cada intento recibía una frase desganada. Pero al final, cuando ya nos íbamos, me dijo: “Sabes... entendí poco de lo que dijo el cura. Me hizo bien, pero...

Cuando la Jime decía no haber entendido, ¿se refería a una incapacidad de escuchar las palabras o desconocer el idioma que hablaba el cura? Creo que pocas palabras eran nuevas y la mayoría forman parte de su vida diaria. Su problema, entonces, ¿se situaba a nivel dogmático o en lo extraño de algunas afirmaciones? Tampoco parecía ser éste el inconveniente; por no entender el lenguaje, mucho menos podía hacer un juicio sobre el contenido de lo ahí dicho. El punto era que, si bien reconocía cada palabra usada, no captaba qué se estaba queriendo decir con ellas, cuál era el uso que ahí se les daba.

Jesús se esfuerza por explicar, aunque sea con peras y manzanas, el significado de las parábolas. Quiere que nadie tarde en amar esa Hermosura tan antigua y tan nueva*.

¿Necesitará nuestro lenguaje religioso, subtítulos?

Mario

* Nota del Editor: cita a San Agustín.

Cansancio

Vengan a mí los que están cansados
y agobiados, y yo los aliviaré.

Lava mis pies, Señor,
que vuelven cansados de recorrer el mundo.
El barro seco ya hizo grietas de ellos.
Las piedras convirtiéronse en llagas.
En la hierba las espinas los han clavado.
Sobre el asfalto no han tenido tregua.

Lava mis pies, Señor,
que en ese gesto
tan humano,
tan divino,
me das fuerzas para volver a caminar.

Ignacio

Sabios y entendidos


Desde que nacimos estamos aprendiendo. Aprendimos a hablar, a caminar, a sentarnos bien en la mesa, a ser caballeros o señoritas, a mirar antes de cruzar la calle, a no hablar con desconocidos. Aprendimos a no salirnos de los esquemas, a no desubicarnos. Aprendimos que para aprender tenemos que ser metódicos, y que para tener éxito hay que seguir el camino correcto.

Nos llenamos de técnicas para enfrentar la vida con certeza y sobre todo para no olvidar lo que hemos aprendido. Sabemos que para que nos vaya bien tenemos que estudiar. Que para caer bien tenemos que mirar sonrientes y ser simpáticos. Que para ser aprobados tenemos que hacer lo que hacen los demás, y que antes de hacer algo tenemos que pensarlo dos veces. Buscamos la forma de no embarrarla. Incluso sabemos que para aprender tenemos que equivocarnos. Y mientras más aprendemos, tenemos más certezas.

Poco a poco nos vamos armando. Ya aprendimos lo suficiente, ya estamos creciditos. Ahora tiene más mérito afrontar las cosas solos. No necesitamos que nos expliquen. Conocemos la estructura, y creemos que mientras más sepamos, seremos independientes, autosuficientes y no necesitaremos de los demás. Solo así obtendremos la libertad que tanto anhelamos. Ganamos merito mostrando ese saber afrontar la vida sin los otros. Nos transformamos en sabios y entendidos, porque hemos aprendido a valer por nosotros mismos.

Y se nos olvida lo fundamental. Se nos olvida lo que nos dijo quien más sabía. Se nos olvida que no hay más certeza que el total misterio. Que nuestras certezas nos cierran al otro, nos arman, nos estructuran. Se nos olvida que él se revela a los sencillos. Que llenándonos de saberes no encontramos el camino. Que el camino se forja con otros, no con técnicas y formas, ni con la tan valorada autosuficiencia. El camino se forja con cariño y entrega. Con el reconocer el agobio de tanta certeza y entregarse a la incertidumbre de no poder determinarnos solos, y necesitar de otros para caminar.

Paloma Del Villar T.


Lecturas domingo 29 de Junio

Fiesta de San Pedro y San Pablo

Hechos de los Apóstoles 12, 1-11
Salmo 33
2ª Carta de Pablo a Timoteo 4, 6-8 y 17-18
Evangelio según San Mateo 16, 13-19

Monólogo


¿Por qué celebrar a San Pablo y San Pedro el mismo día? Si ambos son pilares de la naciente iglesia y, por separado, capaz de justificar una celebración propia, ¿no será mucho festejarlos el mismo día? Porque si viniera The Rolling Stone y U2 a tocar, ¿quién los pondría en un mismo concierto?

Frente a este aparente despropósito, la pedagogía litúrgica entrega una respuesta. Ya que los domingos anteriores hemos escuchado a Jesús buscando pastores y luego enviándolos a cuidar sin miedo el rebaño del Padre, ahora se nos presenta a los dos más grandes pastores: Pedro, pastor de la primera comunidad cristiana, y Pablo, pastor de los gentiles*. Aunque en contextos distintos, ambos reciben la invitación del Resucitado y viven, en carne propia, las consecuencias de cuidar de sus hermanos: porque el buen pastor da la vida por sus ovejas, uno termina crucificado y el otro degollado.

Otra posibilidad está en la complementariedad de ambos. Mientras Pedro es signo de la unidad de la Iglesia, Pablo lo es de la diversidad. Lo que el Espíritu Santo regala a toda la Iglesia en Pentecostés, se ve reflejado en la preciosa tensión que generan ambos pastores: una misma fe, un mismo bautismo, un mismo pan, pero diversidad de lenguas para expresar la pluriformidad del misterio cristiano.

Sin embargo, resulta más iluminador imaginar lo que uno debió aprender del otro. Porque, ¿qué habría pasado si el primer Papa, preocupado por la unidad, hubiese llamado a Pablo poco institucional o desafectado del cuerpo de la Iglesia por fundar por cuenta propia comunidades cristianas entre los no judíos? En vez de esto, Pedro mostró una plasticidad enorme e incluso comió con los gentiles. Al mismo tiempo que el Papa descubría en Pablo al primer hombre de la parábola de los talentos, éste se sentía auspiciado en sus esfuerzos por anunciar a tiempo y destiempo la belleza de Dios.

Y por el otro lado, ¿qué habría pasado si Pablo, en su empeño por llegar al límite, hubiese acusado a Pedro de apollerado y demasiado conservador en sus opiniones? Pero, en vez de esto, partió junto a una comitiva para preguntarle al Papa si se podía bautizar a los gentiles sin tener que circuncidarlos. Al igual que Juan ante el sepulcro vacío, prefería que Pedro llegase primero y dirimiese esta discusión vital para la futura predicación del evangelio. Al verlo, Pablo aprendió del pescador que descubrió el llamado de Dios a tropezones y que, por eso, es más tolerante con los débiles o tienen un tranco lento.

Nuestra Iglesia debe ser lo menos parecida a un monólogo. Sin ir más lejos, ¿cómo comprendió Jesús su mesianismo?

Mario

* Nota del Editor:
los judíos llamaban "gentiles" a todos los no judíos

Hora tercia


A ese hombre que vende en la calle:
no le conozco.

A esa mujer que se muestra en la esquina:
no la conozco.

A ese niño que pasa en los brazos de una en otra
(y de todas es hijo):
no lo conozco.

Y de nuevo escucho al gallo
que desde hace dos mil años no para de cantar.



Ignacio

Nota del Editor: este poema está inspirado en las negaciones de Pedro (Lc. 22, 54-62), pero también en la aparición de Jesús resucitado en el lago (Jn. 21, 15-19), donde le pregunta a Pedro tres veces si lo quiere. Este es el momento en que efectivamente Pedro es confirmado en su tarea de apacentar las ovejas (esa -y no otra- es su misión). Y sabemos que la cumple en Pentecostés, cuando a la hora tercia (las nueve de la mañana) anuncia a todos que Jesús ha resucitado. Por otro lado, también nosotros debemos preguntarnos cuándo negamos a Jesús.


El poder del galileo


En la Iglesia jugueteamos con el poder, de alguna manera siempre lo hemos hecho. Y ya que está constituida con una cabeza, siempre le toca más de cerca al Papa, ¿acaso podemos olvidarnos de los tiempos de Constantino y su “imperio católico”? ¿De alguna manera podemos borrar los años de los Papas “reyes” que poblaron la Edad Media? No podemos dejar de recordar a un Gregorio VII o un Bonifacio VIII con sus ganas de gobernar no sólo a la Iglesia sino a todos los reinos europeos. Y aunque quisiéramos, no podríamos dejar atrás los símbolos reales de Pío IX o incluso del bueno de Juan XXIII. Si la piedra en que se funda la Iglesia tiene que habérselas con el poder de su cargo, ¿estará el Papa de turno con una eterna lucha interna y externa con el poder? O bien, ¿estaremos los católicos condenados a manejarnos con el poder? Lamentablemente (para algunos), siguiendo la actuación de Jesús, debemos aceptar un ineludible “sí”.

En el Evangelio de este Domingo Jesús le entrega el poder a un simple y dubitativo pescador galileo. Y este poder no es cualquier cosa, es para el cielo y para la tierra, nada menos que las llaves del reino y la facultad de hacer cosas que tienen consecuencias en el cielo. ¿Qué le habrá visto Jesús a este hombre?, algo tiene que haber detrás de lo meramente evidente para que le otorgue tamaño poder y responsabilidad. Precisamente pienso que la clave de este Evangelio y de la autoridad del Papa no está en lo que podemos oír, ver o palpar con los sentidos comunes. En último término el punto no está en las cualidades del Papa, en que éste sea cercano, juvenil, comunicador y aquel sea intelectual, parco o muy inteligente. La autoridad le llega por medio de Jesús, que ve en Pedro alguien que se deja guiar por el Espíritu Santo, alguien que a pesar de sus dudas e impulsos se atreve a afirmar que Jesús es “el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. La solidez de la piedra es finalmente la seguridad del Espíritu. Ante la Fuerza que encuentra Jesús en una persona particular se atreve a otorgarle Su poder. Ante esto, dicho en buen chileno, Pedro se debe haber “cagado de susto”, pero igual le echó pa` adelante porque confió en la única Piedra. Para los primeros cristianos, sean de Asia o de África, de un lugar lejano o cercano a Roma, el Obispo de esa ciudad por ser sucesor de Pedro era innegable que tenía ese poder, el que le seguía una y otra vez dando Jesús a los que se dejaban conducir. Los Papas tendrán que responder internamente a la pregunta que les sigue haciendo Jesús, a ver si se constituyen realmente como vehículos de la voz del Espíritu para sus hermanos.

Y todos nosotros deberemos hacer lo mismo, ¿estamos dispuestos a responderle la misma pregunta a Jesús sea cual sea la consecuencia? No se le vaya a ocurrir salir con algún encarguito como el que le hizo a Pedro. No vaya a querer que nos hagamos responsables de nuestro prójimo.

Juan Pablo Moyano SJ

Lecturas domingo 22 de Junio

Jeremías 20, 10-13
Salmo 68
Carta a los Romanos 5, 12-15
Evangelio según San Mateo 10, 26-33

Dios no es menso


El domingo pasado el evangelio de Mateo nos recordaba el llamado de los doce apóstoles. Luego de mirar a la gente desorientada, Jesús hacía un ‘llamado público’ a todos los interesados en labores pastoriles y los enviaba con la fuerza de su Espíritu a cuidar el rebaño del Padre. Para variar sólo llegaron los pobres, cojos y forasteros. El joven rico estaba en un discernimiento y no podía interrumpir su proceso; los letrados desistieron porque las rabias eran muchas y la paga poca; y la mayoría, justo ese día, descubrió su alergia a la lana.

Es interesante, sin embargo, lo que continúa a este llamado. Tras la convocatoria, Jesús previene a sus discípulos sobre el peligro que los asechará y les repite que ‘no tengan miedo’. Tiene muy claro que su llamado no es fácil, que la vida está hecha de claroscuros y, a veces, nuestra existencia es un subterráneo que almacena cosas que verán la luz sólo el último día. Conoce a la perfección nuestro lado B e inseguridades que carcomen como eficientes termitas.

Pero esto, en vez de desilusionarlo o hacerle perder la paciencia, lo mueve a llevarnos al descampado, a vivir en la intemperie donde sólo se puede confiar en su promesa. Se produce algo muy extraño: Dios, en vez de sacarnos del trajín del mundo, nos introduce bautismalmente en él. Pareciera que sólo en medio de la realidad se prueba de qué estamos hechos; ella desnuda nuestras reales motivaciones y el alcance de nuestros sueños. Porque Jesús descubrió su filiación divina en la refriega y los empujones de la realidad y la oración, nosotros también descubriremos así nuestra estructura crística.

La intimidad de la pieza/comunidad/Iglesia no basta para probar si le creemos a Dios o no. Como niños pequeños en su primer día de jardín infantil, sabremos cuánto calzamos cuando se nos amplíe el mundo y tengamos que compartir con niños tan o más complicados que uno.

Dios no es menso y sabe dónde nos envía. A la vez que dice ‘no tengas miedo’, espera escuchar de nosotros ‘aquí estoy, Señor, aunque sienta que el agua me llega al cuello’.

Mario

Más pequeño


Por temor a que nos roben:
las manos en los bolsillos.

Para divertirnos:
algunas horas de televisión.

Por miedo a la delincuencia:
rejas y puertas bien cerradas.

Para “crecer”:
nos miramos el ombligo.

La universidad:
exclusiva para nosotros.

Y el mundo
–así–
cada vez se nos encoje más.


Ignacio

A no tener miedo


Probablemente, el próximo domingo una vez más voy a estar en una iglesia, al momento de entrar tomaré ese papelito con las lecturas, lo leeré. Pensaré qué diría yo si me tocara hacer la prédica. Mientras, a mi alrededor muchos se golpean el pecho. Con miedo a que “el papito Dios” no nos vaya a perdonar, hay que golpearse.

Luego seguiré, mirando frente a mí a un cura que lee el Evangelio y posteriormente hace la prédica. Miro al lado y cabezas con movimiento de aprobación. Quizás incluso yo terminaré aceptando tranquilamente lo que me dicen. Aunque las más de las veces, mientras los que están cerca de mí están arrodillados yo, de pie, sigo pensando en ello. Arrodillémonos, que quizás… no, arrodillémonos porque así se hace y todos lo hacen nomás.

Bastante me ha costado entender –todavía no lo logro– por qué no hay posibilidad de réplica en muchas partes. Heme aquí con una posibilidad diferente, ya no como alguna vez, y todavía en algunos lugares, donde no es solo el sacerdote quien puede intentar explicar, darle sentido a lo que escuchamos. Sino, la comunidad, que es donde reside la potencia del mensaje cristiano.

Aprovechando la oportunidad, creo que lo que nos propone el evangelio con su “No tengan miedo” nos llama a poder terminar con las prácticas aparentemente obvias, que podemos encontrar carentes de sentido. A no tener miedo a proponer diferentes ideas, podemos tener una fe común pero no por eso debe estar desvinculada de un criterio de realidad que la tiene que hacer responsable de lo que ocurre, escuchar a la comunidad. No podemos quedarnos en el miedo y no hacer nada por lo que no nos parece, no escapemos de nuestra obligación como comunidad.

Y qué mejor para darnos cuenta de este impulso que se nos propone que la lectura de Pablo, donde se nos muestra el cambio de imagen del “papito Dios” que muchos todavía no quieren aceptar. Un Dios que destruye la reciprocidad (“no hay proporción entre el delito y el don”), que nos muestra que tenemos que atrevernos a ser hombres.

Creo que además de hacer humano a su hijo, Dios también deja de parecer un ser separado de la realidad, incluso en su rol de Padre. ¿Qué papá estaría contento si uno se golpeara, se arrodillara frente a él, no se atreviera a tocarlo con las manos (pidiendo que se lo entreguen en la boca), no pudiera decir lo que cree? No es un “papito” es Padre y con mayúscula porque uno se siente orgulloso de “ser su hijo”.

Probablemente este domingo entre, y ya tenga pensado qué es lo que diría en la prédica.

José Antonio Gutiérrez B.

Lecturas domingo 15 de Junio

Éxodo 19, 2-6a
Salmo 99
Carta a los Romanos 5, 6-11
Evangelio según San Mateo 9, 36 - 10, 8

¿Faltan curas?


Para muchos, los curas están en peligro de extinción. Pareciera que la jungla postmoderna no está hecha para este tipo de vida. Su habitat ha sido destruido, y al igual que los pandas, no tienen ya dónde ir. Han intentado reproducirlos en cautiverio, pero no hay caso: su número baja todos los días y los que aun sobreviven tienen avanzada edad.

Efectivamente los sacerdotes han disminuido en los últimos años. Eso es grave para la vida sacramental de la Iglesia. No cabe duda. Pero esto no significa, necesariamente, que falten curas. Es cierto que en muchos lugares corren todo el día para celebrar misas y acompañar enfermos; las necesidades se agolpan a su puerta y casi no tienen tiempo para descansar. Sin embargo, en otros lados viven amontonados y se pelean a los mismos feligreses. El problema, por ahora, no pareciera ser la extinción.

Lo que sí parece escasear –como narra el evangelio del próximo domingo– son pastores que cuiden del rebaño y anuncien la abismante cercanía del Reino de Dios. Ante la orfandad de su pueblo, Él requiere voluntarios para guiar al rebaño por cañadas oscuras y señalar pastos donde descansar. El único y eterno sacerdote prefiere ser llamado buen Pastor porque esa es la invitación que más le gusta hacer.

Gracias a Dios, Él mismo suscita, en medio de la necesidad, madres jefas de hogar y papás abnegados, políticos con deseos de servir al bien común, camioneros generosos y excelentes estudiantes. Justo en medio del caos y los lobos, el Espíritu se encarga de ‘capacitar’ nuevos pastores en medio de su Iglesia, el gobierno, la oposición, el servicio público y privado. Son poquitos y pobres… pero aperrados. Es cierto: apenas suman 12 personas. Pero son generosos con Dios y cuentan con el Espíritu Santo auspiciador.

Por eso, niñas, cuando escuchen que “la cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos”, no se cansen tomando más fuerte la mano de sus novios. Afortunadamente, ellos han aprendido a defenderse de la prédica/arenga que, de manera burda o sutil, invita al sacerdocio como quien pide valor al príncipe indígena que será arrojado al volcán. Pero si el mismo novio no se estremece al ver que sus hermanos vagan como ‘ovejas sin pastor’, no duden en abandonarlo apenas puedan. Porque si la calle no le estremece las entrañas y le invita a ‘dar gratis lo que gratis a recibido’, ese joven no sirve ni siquiera de acólito… y mucho menos como padre de familia.

Mario

Piedra

Éstos son los nombres de los doce apóstoles:
el primero, Simón, llamado Pedro...

Me gusta que Pedro haya sido
cobarde, pendenciero y atarantado.
Seguro que en la última cena bebió más de la cuenta:
y así en Getsemaní se durmió.

No era más que un tosco pescador.
Tal vez por eso Cristo lo eligió.

Ni siquiera tras la Resurrección cambió mucho:
alguna vez Pablo lo tuvo que encarar.
Pero, finalmente muerto en cruz (¡y al revés!)
como su maestro, es testimonio para los demás.

Ignacio

Nota del Editor: la justificación bíblica de estos versos se puede ver en comentarios.

Una fe adulta


Hay ciertas “espiritualidades” o formas de religiosidad, dentro de nuestra Iglesia Católica, que necesitan de un Dios mandón que impone reglas y que se enoja cuando no se cumplen. A la vista resalta que ésta parece ser más bien la relación de un padre con su hijo, pero más específicamente, la de un niño frente a su padre. Inevitable es que el fiel-niño no cumpla siempre las reglas y espere constantemente el castigo del padre-Dios, de donde vive constreñido por el eventual castigo. El padre y Dios aquí, es uno condicional, como aquel del antiguo testamento que se presenta en ocasiones: “si de veras escuchan mi voz y guardan mi alianza” (Éxodo 19, 2-6a). El resultado es un niño inseguro, pero en el caso del fiel es una persona atemorizada y por lo tanto menos libre. Llamarlas espiritualidades, bajo estas condiciones, es cuestionable: al final han cambiado el espíritu por las reglas.

El nuevo testamento, en cambio, está dirigido a otro tipo de religiosidad, la de aquellos que actúan conforme a principios y no sobre reglas y que por tanto tienen que discernir, “construir el reino” junto con Dios. Él no nos trata ni como niños ni nos impone puras reglas: “misericordia quiero y no sacrificios: que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores” (Mateo 9, 9-13). Tampoco quiere a los virtuosos, no quiere más al monje que al laico, nos quiere a todos por igual sin condiciones y en ese sentido las lecturas de esta semana son demostrativas: “la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros” (Carta a los Romanos 5, 6-11). De aquí la alegría de ser hijos de Dios, la sensación de seguridad que nos da este Dios, que nos hace libres de verdad.

Un amigo religioso me dijo que dentro de la Iglesia debe haber cabida para todo tipo de espiritualidades, que existe gente que le digan qué tiene que hacer. Yo no creo eso, creo que mi amigo no lo cree tampoco y que fue su voto de obediencia al Papa lo que lo hizo actuar con tamaña diplomacia. Creo más bien que Dios nos trae un mensaje que nos debe, necesariamente, llevar a vivir una fe adulta, una fe de principios, de discernimiento, de dudas en el camino. Esa es la fe del nuevo testamento, un camino más largo y difícil por cierto, de otra forma, la venida de Jesús no se justificaría.


Pablo Carvacho T

Lecturas domingo 8 de Junio

Oseas 6, 3-6
Salmo 49
Carta a los Romanos 4, 18-25
Evangelio según San Mateo 9, 9-13

Pecadores y peladores


En el tiempo de Jesús ya existía el pelambre. Es que hablar a espalda de los demás –y no de frente– es un deporte tan antiguo como universal. Por eso los fariseos, en continuidad con la serpiente del Génesis, prefieren cuchichear con los discípulos en vez de preguntarle directamente a Jesús la razón de su cercanía con pecadores y publicanos.

Pareciera incrustado en nuestros genes el hábito de preguntar haciéndonos los desentendidos o comentar, a la pasada, lo gorda y mal teñida que está la vecina. Si bien el tono es de preocupación, el deseo de saber y estar informados no se traduce en una conversación con el involucrado. Como nos asusta confrontar y decir lo que pensamos de frente, preferimos manifestar las aprehensiones en voz baja con cualquier otra personas y sin que el marido se entere*. Y cuando las circunstancias nos obligan a hacerlo, terminamos cantinfleando o vomitando lo que hace tiempo habíamos pensado.

Este modo indirecto de relación –que nos transforma en conocedores de cuanto enredo existe y opinólogos de todo el barrio– también enturbia nuestro diálogo con Dios. Lo que conversamos en la calle o con nosotros mismos al apoyar la cabeza sobre la almohada no es motivo de conversación cara a cara con Dios. Aunque no le mentimos, tendemos a omitir nuestras envidias, inseguridades afectivas, subidas de peso y pulsiones sexuales cuando estamos delante de Él. La firme simplemente no aparece. Hemos olvidado que tomar el fruto prohibido o cubrir la desnudez no fue el problema más grave en Adán y Eva, sino pensar que con Dios no se podía hablar de frente y contarle lo que realmente había pasado.

Por eso el modo frontal de Jesús incomoda: siempre pregunta qué estamos hablando sin doblez y a la cara. Sin embargo, no lo hace para ridiculizarnos o ponernos sádicamente en jaque. Aunque nos sintamos desenmascarados o como pillados en una maldad, su confrontación busca re-educar ese modo paradisíaco perdido: siempre de frente al Padre y los hermanos. Alegrémonos, entonces, que no sólo cene con publicamos; viene a buscar a todos los peladores que sueltos en la viña del Señor andamos pellizcando su uva y vivimos como bandidos. Su ‘sígueme’ es para todos.

Mario

* Nota del Editor
: ésta es una alusión a las reglas de discernimiento de San Ignacio de Loyola.

Impoluto


No tiene doblez.
Nada hay oculto en él.
Es realmente transparente,
nítido,
veraz.
No posee ningún secreto inconfesable.
Se alegra de ser absolutamente consecuente.

No tiene espesor.
Es –definitivamente– aburrido.


Ignacio

Presumir de humildad

La otra vez, un amigo que trabaja en un conocido restaurant me comentaba que le impresionaba mucho como al cruzar la puerta del lugar, la gente “comenzaba a presumir”.

Según mi amigo, dicha puerta provocaba algo en quienes entraban a comer o tomar alguna cosa… los transformaba… los estupidizaba, y entonces, él podía ver como las personas presumían de riqueza, de privilegios, de inteligencia, del auto que habían estacionado afuera. Presumían incluso de la propina que dejaban por los servicios de mi amigo.

El papá presume de lo rubias de sus hijas, de lo estupenda de su señora, de lo alto de su cargo en la empresa… la mamá presume de lo lindo de su guagua, y de lo bueno que es su peluquero. Las niñitas presumen de sus botas y chaquetas nuevas, y los hijos del último celular y su viaje en el verano. Los universitarios presumen de lo poco que estudian, de cómo pasan los ramos con cuatro punto cero, de lo buena que estuvo la ultima fiesta.

Discutimos con mi amigo largo rato, reconociendo muchas de estas actitudes en nosotros, y llegamos a varias conclusiones. Que presumimos de demasiadas cosas. Que presumimos de cosas que más bien nos deberían dar vergüenza. Que no necesitamos ir al restaurant de moda para presumir de lo que tenemos.

Pero hubo preguntas que no pudimos contestarnos:

¿Por qué hoy, ninguno de nosotros presume de humildad? ¿Por qué cada vez son menos los que hacen de la sencillez una opción de vida? ¿Por qué los únicos humildes y sencillos son quienes no lo han elegido como opción, sino que quienes no han podido salir de los campamentos?


Isabel Contrucci

Lecturas domingo 1 de Junio

Deuteronomio 11, 18 y 26-28 y 32
Salmo 30
Carta a los Romanos 3, 21-25a y 28
Evangelio según San Mateo 7, 21-27

Llover sobre mojado


Escuchar el evangelio de este domingo y no imaginarse los temporales del Sur será signo de estar simplemente calentando el asiento en misa o haberle puesto ‘mute’ al cura mientras leía la Palabra de Dios. Las casas que se llevaba el río, personas mojadas hasta el alma y puentes que, con uñas y dientes, sujetan ambas orillas, son imágenes que deberían brotar por sí mismas cuando oigamos la parábola de Jesús a sus discípulos.

Sin embargo, habrá que tener mucho cuidado al conectar una cosa con la otra. No faltará quien interprete esto como señales del malestar de un dios que perdió la paciencia y no encontró nada mejor que hacer un ‘remake’ del Diluvio –erupción volcánica en el sur, inundaciones en el centro…. ¡faltaría un tsunami en el norte para completar! –. Como la gente no va a misa, aprueba el uso de la píldora del día después y quema la Virgen de la Catedral, Dios recordó que no hay que tomarle el codo y tenemos que portarnos bien. Sólo así nuestra casa estará construida sobre la roca y aguantará la corriente.

Afortunadamente esta lectura apocalíptica de los hechos, aunque tiene adeptos, cada vez es menos peligrosa. Incluso un niño pequeño sabe del calentamiento global o del fenómeno de la niña y, por eso, no necesita culpar a Dios de las embarradas que están dejando sus padres en el planeta. Pero hay otro tipo de lectura que también tiene sus seguidores: aquellos que, creyéndose más misericordiosos, simplemente rezan por los damnificados y dan gracias a Dios porque la mayoría de la gente está sana y salva en albergues. Consternados ven cómo el río se lleva la casa de los más pobres, pero sin preguntarse por qué estaban construidas sobre arena o dónde llegaron a parar. Mientras en el primer caso se culpa a Dios, en el segundo se acude a Él como consuelo frente a lo sucedido.

Según mi opinión, en ambos casos es preferible ignorar a Dios. Si la fe se trasforma en seguro de vida frente a un Dios picota o simplemente en contacto que lo valida en Su facebook, mejor ser ateo.

Será el mismo evangelista quien, antes de narrar la parábola, sitúe la experiencia de fe en su real contexto: no todo el que diga ‘Señor, Señor’ entrará en el reino de los cielos. A su juicio, no coinciden necesariamente ‘hacer cosas en nombre de Dios’ que ‘hacer la voluntad de Dios’*.
¿Hay que actuar? Ciertamente. Porque si ésta no brota de la íntima conversación con Dios y la búsqueda de Su voluntad, podremos deslomarnos haciendo cosas pero no necesariamente responder al querer de Dios hoy. Frente a los vaivenes y temporales de nuestro siglo, se necesitan comunidades que disciernan y no simples custodios de excelentes respuestas. ¿Hay que rezar entonces? Por supuesto... ¡y mucho! Pero la fe que brota del diálogo con el Padre se verifica en la justicia y praxis de Jesús. En caso contrario, el creyente se convierte en futbolista que se persigna antes de entrar a la cancha para ganar los partidos, en taxista que tienen a Dios como copiloto, o estudiante que pide la intervención divina frente a la prueba que deben dar. Y ante quienes pretenden transformar la religión en un fetiche, Dios responde: ‘No los conozco. Al único que conozco es a mi Hijo Jesús’.

Jesús es la Piedra que desecharon los arquitectos, la Roca que cimienta el Templo del cual somos piedras vivas. Sobre Él y con Él hay que construir de una vez por todas nuestras vidas. Dios y nuestros hermanos están cansados que les llueva sobre mojado.

Mario

* Nota del Editor: Cfr. "Creerle a Dios", comentario de Mario en TLD 24 de Junio de 2007

Alta traición


¿Quién te puso esa corona de oro y plata?
¿Quién cambió tus clavos por piedras preciosas?
¿Por qué si moriste en un instrumento de tortura
hoy lo usamos de adorno?
Y ese trapo que tapa tu desnudez y nuestra turbación,
¿quién lo colocó?
¿Quienes te han elevado a las alturas
si estabas clavado al suelo?
¿Por qué disfrazan tu gesto de dolor?

Pervertimos tu sacrificio:
¡Perdónanos, Señor!

Ignacio

Los invitados a amar


Al darle una primera leída al Evangelio de este Domingo, me dio la impresión de que era un texto atemorizante y que estaba dirigido exclusivamente a los creyentes, una lectura en la que se nos echaba en cara nuestra inconsecuencia como tales. Sin embargo, meditando un poco más en la palabra, y consultando en lecturas anexas a ésta, me di cuenta que estaba en un gran error y que esta lectura es una gran Buena Nueva para toda la creación, sin excepciones.

El evangelio de este domingo es una invitación a amar: la voluntad del Padre de la cual se habla en el Evangelio consiste precisamente en ello; Amar. Sin embargo, este verbo, no hace alusión al cliché un poco gastado usado semanalmente en las teleseries de mediodía. Con éste, se hace una alusión directa al Verbo de Dios, Jesucristo y a Amar como él ha amado. Amar a la manera de Dios, amar a todos y a todo sin reservas, y a dedicar nuestra vida a aquello. Insisto; esta noticia no es exclusiva para religiosos ni gente de Iglesia: la invitación a amar “con toda tu alma, con toda tu fuerza y con toda tu mente” debiera ser la que guíe el camino de toda persona que aspire a ser feliz (aspiración no adscrita a cánones religiosos), ya que sólo a través del ejercicio del verdadero amor seremos felices y, por lo tanto, realizados en nuestra vida.


Creo que es el amor, la roca en la cual el hombre prudente del Evangelio de este Domingo edificó su casa. Este amor que como ya decía Nuestro querido Juan Pablo II “es más fuerte…”, más fuerte que los egoísmos, que el miedo, que la indiferencia. Un amor que no se limita a los que piensan o siente igual que yo, sino que alcanza para todos, un amor que se lleva a la práctica en la familia, en el trabajo, en la calle… dondequiera que vayamos. Éste amor en el que se fija la casa del hombre prudente es la brújula que señala el camino para que todo hombre, creyente o no, siga el camino que lo hará a ser feliz tanto en esta vida como en la otra.

Pilar Herrera

Lecturas domingo 25 de Mayo

Fiesta del Cuerpo de Cristo

Deuteronomio 8, 2-3 y 14-16
Salmo 147
1ª Carta a los Corintios 10, 16-17
Evangelio según San Juan 6, 51-58

Sobra el pan, pero...


Si nos paramos frente a un carrusel y mantenemos la mirada fija, veremos aparecer el mismo caballo cada cierto tiempo. Con la Biblia sucede algo parecido. Cuando avanzamos por los textos, hay ciertos signos que vuelven insistentemente, imágenes que visitan al creyente en su encuentro con el texto sagrado. Un ejemplo de ellos es el pan.

Cuando el pueblo de Israel estaba en el desierto y hambriento alega contra Moisés, cae pan desde el cielo. En otro lugar de la Biblia, el profeta Eliseo convence a una viuda para que le entregue el último pan que posee; en vez de morir ambos, no se les acaba más la harina y el aceite que en esos días escaseaba. Luego el profeta Elías, que cansado y desorientado se recuesta a dormir, despierta con un trozo de pan que lo anima a seguir caminando. Esta lógica escasez/abundancia se repetirá más tarde en la multiplicación de los panes y será encarnada por Jesús en la última cena. Por eso los primeros cristianos se reunían para la fracción del pan: comer del mismo pan y beber de la misma copa los hacía miembros del Cuerpo de Cristo y los constituía como comunidad.

Aunque esta lógica recorre la Biblia, parece que estamos ‘atrapados’ en una situación que nos impide, como Iglesia, repartir el pan así. Por un lado, nos ha costado, como creyentes, internalizar la necesaria coherencia entre la vida cotidiana y la participación en la misa. Dicho en fácil, sería lo siguiente: si mi Padre me alimenta con su pan, ¿por qué me resulta normal que mis hermanos pasen hambre o frío? Recordemos que el Continente de la Esperanza se destaca por su flagrante injusticia y que el Padre Hurtado se hizo famoso por algo que debería darnos vergüenza: hay mucho pan pero mal distribuido.

Y por otro lado, sucede que muchos creyentes que van a misa no pueden comer del pan que ahí se reparte. Descontando los que voluntariamente hacen dieta y los anoréxicos, muchos no pueden comer el Pan de la Vida por llevar, sin otra posibilidad, una vida que los mantiene fuera de la plena comunión eclesial. Padecen hambre por no tener ‘en regla los papeles’. Así, cada vez son menos los que pueden comulgar y más las hostias que se guardan en el sagrario.

Dios, el Panadero por excelencia, desea hacer de nosotros un gran pan. Estamos llamados a volvernos harina, ser amasados por la vida, cocernos a fuego lento y salir hechos Pan de Vida. Alimentar es nuestra vocación.

La fiesta de este domingo será, por decirlo de algún modo, incómoda. Tanto pan ¡y tan mal repartido!

Mario

Pd: son varios los que buscan soluciones. Unos compañeros jesuitas en Arica han inventado, con sus comunidades, un gesto que haga sentir en comunión a quienes no pueden comulgar. Si pueden entrar a www.jesuitasenlafrontera.blogspot.com y comentar este gesto, sería de gran ayuda. Además de darles ánimo, ayudará a ver si conviene o no hacer este gesto en otros lados.

La Nueva Alianza


Este mi dedo.
Este mi estómago.
Este mi ojo.
Este mi pie.
Este mi pulmón.
Este mi cabello.
Este mi intestino.
Este.

Es mi cuerpo.


Ignacio

No sólo de pan vive el hombre


Estaba leyendo las lecturas del próximo domingo donde aparece en la primera lectura la siguiente frase: Él te afligió haciéndote pasar hambre, y después te alimentó con el maná, que tú no conocías ni conocieron tus padres, para enseñarte que no sólo vive el hombre de pan, sino de todo cuanto sale de la boca de Dios, así que supuse que el famoso refrán que escuchaba desde niña tenía un origen bíblico lo que me causó en primer lugar asombro, y en segundo lugar debo decir que desconcentración, le di un nuevo sentido trascendental al “solo pan”.

Un buen amigo me comentaba que Dios no era un negociante, y que la fe no se trataba de un intercambio como el trueque, y qué cierto es, pese a que es muy complejo de entender. En ese sentido yo, como humana muchas veces he buscado desesperadamente de Dios el pan, la palabra perfecta, la lectura indicada, el milagro cotidiano, pero me he encontrado con la piedra, la frase dura y poco entendible, la dificultad viva. Es así como esta lectura me inspira a tratar de ser más receptiva a todo cuanto sale de la boca de nuestro Señor.

Y vaya qué difícil es, puesto que lo intuitivo es entender en la persona de Dios un ser toda ternura, misericordia y comprensión. Y vaya que uno patalea cuando pasa por el desierto inmenso terrible, y en el momento en que uno menos lo espera saca agua para ti de una roca de pedernal. Se trata del misterio más complejo y a la vez más bello. Nuestra fe nos exige cuestionar los principios de la lógica, y nos pide ser más espirituales y menos terrenales. En tiempos en que la sociedad nos demanda ser más eficientes, en que el tiempo es un bien escaso, no es menor pensar que las cosas más importantes son incorpóreas y están fuera del mercado. Recordar que el hambre no sólo se sacia con el pan, que para engrandecernos debemos volver a los principios y detenernos a reflexionar qué es lo que realmente buscamos y queremos.

El verdadero pan no viene de lo evidente, viene del regalo más revolucionario, el de un padre que nos dio a su hijo para traernos la vida eterna, no emergiendo de la superficie como un cultivo cualquiera, sino bajando directamente del cielo gratuitamente.

Gabriela Hilliger

Lecturas domingo 18 de Mayo

Fiesta de la Santísima Trinidad

Éxodo 34, 4-6 y 8-9
Daniel 3
2ª Carta a los Corintios 13, 11-13
Evangelio según San Juan 3, 16-18

De pie frente al Misterio


Aunque los primeros cristianos tuvieron varias dificultades, hubo una que los obligó a devanarse los sesos: cómo afirmar, al mismo tiempo, el monoteísmo y la divinidad de Jesús y del Espíritu Santo. Si incluso el judío más ignorante sabía que Dios hay uno solo, ¿por qué ahora los cristianos están diciendo que son tres? Los seguidores de Jesús no sólo hablaban coloquialmente del Innombrable, sino que se referían a Él trinitariamente. Se producía un problema doctrinal de proporciones que requería de “todas las manos todas”.

Es interesante ver cómo la comunidad cristiana recurrió a toda clase de conceptos para traducir en palabras e ideas esta nueva certeza. Echaron mano de todo lo que permitiera ‘decir lo indecible’; los conceptos griegos fueron forzados al máximo de sus capacidades. Pero este esfuerzo no tenía como objetivo ‘convencer a nuevos creyentes’. Nada podrá explicar que Dios sea Uno y Tres a la vez. Lo que buscaban, a tientas, era dar algunas pistas que permitieran al creyente estar de frente a Dios que se revelaba trinitariamente. Las ideas y conceptos ayudaban a profundizar en la experiencia que el creyente debía tener de modo directo con el Misterio de Dios. Como las rueditas chicas en la bicicleta, estas palabras querían guiar el encuentro que cada cristiano tenía de modo inmediato con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Para los primeros cristianos, entonces, que Dios sea Trino no era problema a resolver sino un Misterio a contemplar. A diferencia de una razón instrumental que utiliza las ideas como simples flechas para señalar un punto y así explicarlo, se recurría a una razón contemplativa que se adentra en un lugar sin conocer el fondo, donde las coordenadas se pierden y no se sabe hasta dónde se puede llegar. Lo importante no era explicar, sino poner ‘a la criatura con su Creador’, enfrentarse al Misterio como el explorador que extasiado se adentra en la oscura caverna.

Este modo de entender las cosas no es extraño para el peatón común y corriente. ¿Por qué el padre que carga el ataúd del hijo siente un peso que no se puede medir en kilos? ¿Qué le pasa al hombre que recuerda sus operaciones al cerebro y no deja de emocionarse por aquella tranquilidad que lo invadió? Sólo quien haya experimentado esa sobrecogedora experiencia del Misterio que todo lo penetra entenderá al campesino sureño que ha quedado con las raíces al aire y no puede explicar por qué extraña a sus bueyes. “No temo a las cenizas, sino a no verlos nunca más”, decía Don Ernesto Muñoz ante lo atónita mirada del citadino periodista. ¡Y para qué decir los bailes religiosos! Mientras el niño estudioso los tilda de ‘supersticiosos’, el contemplativo descubre cómo el baile permite al nortino explorar rincones del alma aun vírgenes, produciendo en su cuerpo un ritmo que arrulla como la madre al hijo o la respiración al coqueto escote.

Si la inteligencia desnuda, la intuición seduce. Si el problema desafía, el Misterio inunda. Los modos de aproximación son totalmente distintos, produciendo maneras diversas de entender la realidad. Para estar ante el Misterio, el modo de aproximación es la insinuación que traspasa corrosivamente, prefiriéndose la ambigüedad del tango que la evidencia del reggaeton.

En la próxima fiesta de la Santísima Trinidad, dejémonos envolver por el Misterio. Es más entretenido participar de la ronda que siempre ha hecho el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo en torno nuestro que explicarnos por qué esto es así.


Mario

Gábbata

Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo


Valles devastados, aguas turbias, colinas secas...
Y la culpa es de la serpiente.

Cuerpos mutilados, sangre a borbotones, olvidadas las sonrisas...
Y la culpa la tiene Eva.

Ciudades partidas, oídos mudos, los puños en alerta...
Y la culpa la tiene Adán.

Manos traspasadas, costado abierto, abofeteado el rostro...
Y la culpa la asume Dios.

Ignacio

Nota del Editor: Gabbata es el patio a las afueras de la casa de Poncio Pilatos donde Jesús fue condenado (Jn. 19, 13).

Coraje

Siempre me he cuestionado acerca del amor de Dios, específicamente sobre cómo Dios nos ama.

Plantearse esta interrogante implica asumir el misterio de Dios. Por lo tanto, si creo en Dios, y en el amor de Él, debo tener el coraje de vivir con la duda de su misterio desde la fragilidad. A este coraje de sostener la duda Kierkegaard lo denomina fe.

Como soy católico porque Dios nos ama y he creído en el amor de Él, debo agradecer que una de las manifestaciones de su amor fue habernos enviado a su Hijo único al mundo, para que no perezca ninguno de los que creen en Él, sino que tengan vida eterna.

Su único Hijo, Jesús (figura que posee un carácter humano y divino), testimonio de un equilibrio admirable entre lo espiritual y lo social, que construyó iglesia desde la fe de la iglesia universal (especialmente desde la iglesia de los pobres), y que no vino al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él. Este Jesús alimenta mi fe, o sea, posibilita el coraje para sostener la duda del misterio de Dios.

Fabián Gil

Re-suscitando


Cuando el Espíritu vuelve, hasta los muertos resucitan.

Lecturas domingo 11 de Mayo

Fiesta de Pentecostés

Hechos de los apóstoles 2, 1-11
Salmo 103
1ª Carta a los Corintios 12, 3b-7 y 12-13
Evangelio según San Juan 20, 19-23

A río revuelto, ganancia de pescadores


Estos domingos posteriores a la Pascua hemos escuchado con insistencia, a través del Evangelio de Juan, sobre la intimidad de Jesús con el Padre. Al igual que algunos padres comparten su cama con los hijos más regalones el domingo por la mañana, Jesús invita a sus amigos a participar del calor y gozo que produce la relación con su Papá.

Sin embargo, estos domingos también hemos escuchado una reiterada promesa por parte de Jesús. ‘Me voy pero les enviaré...’ ha sido su estribillo los últimos 50 días, provocando una hermosa ansiedad en toda la Iglesia. La comunión amorosa entre el Hijo y el Padre –que recibe el nombre de Espíritu Santo– ha sido prometida a la comunidad creyente que ahora, ansiosa, aguarda Su pronta venida como los escolares al recreo.

Cómo la comunidad creyente experimentó esta irrupción del Amor la encontramos narrada en el libro de los Hechos de los Apóstoles. Porque recordaba al carro que llevó a Elías hacia el cielo o el ardor que tenían los discípulos de Emaús en el pecho, no se encontró mejor imagen que el fuego para describir cómo los apollerados apóstoles se convirtieron en valientes predicadores. De manera violenta y multiforme, el fuego acababa con el silencio y no cesa de provocar encendidas palabras en Pedro.

Pero lo que más sorprende del relato –a mi juicio– es el desordenado-orden que el mismo Espíritu provoca en los presentes. Aunque todo parece patas para arriba y son acusados de buenos para tomar, los discípulos son capaces de ver, en medio del griterío, al Espíritu palpitando en medio del desorden, de descubrir como lugar de misión lo que hasta hace dos minutos era motivo de miedo. Salen de su encierro y cuestionamientos para no callarse más.

Esta sabiduría que permite entender en medio del desorden se parece mucho al conocimiento que el taxista posee en la calle, el ladrón que sabe elegir a su víctima entre la multitud o la mujer que escucha el precio más barato en el caos de la feria. Mientras algunos temen perderse en la calle, llevan su cartera apretada por miedo o prefieren el orden del supermercado, ellos se mueven como peces en el agua…porque saben cómo hacerlo. Esta habilidad, ciertamente, no es fruto de la excesiva lectura del niño estudioso ni de su lógica, sino de la porosidad del creyente frente a lo que el Espíritu mismo manifiesta. De los labios brinca un “obvio… acaso no lo ves?” que proviene del olfato agudo y del oído creyente, y no de la milésima teoría que, aunque explica, no da fruto.

La fiesta de Pentecostés está hecha para tiempos agitados. Cuando el río está revuelto, son los más pillos los que pescan. Resulta que gracias al Espíritu Santo, fueron los pescadores de Galilea los que llenaron sus redes. A pedir, entonces, que descienda sobre nosotros ese mismo fuego de Amor que movilizó a la primera Iglesia y que hemos recibido en el Bautismo. Que el Hijo nos regale –porque se la pedimos en serio– esa capacidad de ver bajo el agua fruto de largas horas de oración, lectura del diario y viajes en micro. Así podremos decir, junto a Telliard de Chardin, que para quien es capaz de ver, nada es profano.


Mario

Muros


Los hombres levantan un gran muro.
Allí todo es forma, y te envuelve.
El movimiento hace que tus ojos se vuelvan locos.
Te sientes como si fueras tomado como un puñado de arena.

Puedes pelear internamente
mirando a los demonios que nunca descansan.
Entonces te das cuenta:
te encuentras atrapado en ti mismo.
Donde no hay salida a ningún lado.

Cuando rompes el muro
entras en el ser, puedes abrirte a los demás.
La paz no es solo aparente y descansas.
El nosotros es la verdad.

Puedes amar intensamente
gozando la belleza sencilla de estar.
Entonces te das cuenta:
se te ha regalado la plenitud.
Y la deseas compartir.

Ignacio