Lecturas domingo 17 de Agosto

Isaías 56, 1 y 6-7
Salmo 66
Carta a los Romanos 11, 13-15 y 29-32
Evangelio según San Mateo 15, 21-28

Recibid su alma y presentarla ante el Altísimo

"La mano que maneja la pluma vale tanto como la que conduce el arado".
Arthur Rimbaud; Una temporada en el infierno


Cada vez es más difícil discriminar qué leer. La selva de publicaciones es exuberante: libros se acumulan en el velador pidiendo minutos al momento de irse a acostar; páginas web con noticias de último minuto que jamás son las últimas; revistas con investigaciones que anulan los anteriores descubrimientos. La información es mucha, y cada vez resulta más complicado saber qué vale la pena leer y qué sería bueno desechar. Y porque nosotros estamos igual de perdidos respecto a lo que hay que leer, hemos preferido ayudar del siguiente modo: dejando de escribir. Es nuestra manera de colaborar con la descontaminación informática.

En todo caso, este silencio también tiene una razón teológica. Domingo a domingo hemos buscado sujetos y predicados que acompañen al Verbo de Dios. Libremente nos impusimos como tarea estirar las palabras al máximo en esta búsqueda, incluso forzando los conceptos para que den lo mejor de sí. Sin embargo, la tarea era desproporcionada frente a nuestros calambrientos empeños; aunque llenos de hollín, volvíamos de las profundidades del pirquén sólo con un puñado de carbón que compartir. Hemos sido vencidos por el espacio que dista entre una palabra y otra, el silencio que amenaza con el abismo a las notas musicales.

Pero el trabajo no ha sido en vano. Porque hemos conocido en carne propia la lucha nocturna de Jacob con el ángel, caemos rendidos ante el Misterio de Dios que lo inunda todo. Nos asusta menos el silencio y la soledad, los malos tratos o los cariños a destiempo; en el esfuerzo hemos sido vencidos por la insondable oscuridad del Dios que no hace distinción entre judíos y paganos, esclavos y libres, religiosos o laicos.

Ante el Misterio de Dios, tarde o temprano, terminaremos todos en silencio. Quizás por eso la muerte, Silencio total, será el definitivo encuentro con la multicolor presencia de Dios. Allí, sin más que decir, escucharemos por fin al Señor que ha pronunciado la primera Palabra y también dirá la última, aquella que ha comenzado cualquier diálogo y la que dará sentido a toda la conversación. Allí nos encontraremos con el Buen Samaritano: el que nos ha traído hasta esta posada y volverá, al fin de los tiempos, a cancelar todos los gastos que hemos hecho.

Los invitamos, entonces, al responso de este blog.

Mario

Rueguen por nosotros

Las putas tristes,
las putas descomunales,
las putas que hacen patria,
las putas que nunca se quejan,
las mujeres de vida alegre
cuyas vidas no son alegres,
las meretrices.

Las putas baratas,
las putas bíblicas,
las putas que necesitan lubricación,
las putas hijas de putas,
las putas redimidas
y recaídas,
las putas que alimentan con el sudor de su sexo a sus hijos.

Las putas caras,
las putas incondicionales,
las putas que no dan besos en la boca,
las putas que se pagan sus estudios,
las mujeres de la noche
no obstante trabajen todo el santo día,
las bataclanas.

Las putas ricas,
las putas fieles,
las putas obligadas desde pequeñas,
las putas que han probado todas las posiciones,
las putas despreciadas por sus hijos
que es el peor de los desprecios,
las putas que sufren fuera de su trabajo más que en su trabajo.

Las putas viejas,
las putas pomposas,
las putas que lo pasan mal,
las putas de burdeles,
las mujeres de vida fácil
cuyas vidas no son fáciles,
las golfas.

Las putas desgastadas,
las putas primerizas,
las putas que ya no ejercen,
las putas de plaza San Enrique,
las prostitutas con carné sanitario al día
aunque no se reconozca su profesión,
las putas que esperan inconfesablemente a alguno que las rescate.

Las putas golpeadas por sus clientes.
las putas golpeadas por sus cafiches,
las putas golpeadas por sus padres,
las putas golpeadas por sus hermanos,
las putas golpeadas por sus maridos,
las putas golpeadas por sus amantes,
las putas golpeadas por sus hijos.

Las putas extranjeras,
las putas cansadas,
las putas que les gusta el pico,
las putas del barrio San Camilo,
las putas que se sienten acogidas por la Iglesia
y las que no,
las rameras.

Las putas-travestis,
las putas despreciadas,
las putas que cobran sobre 150.000 pesos,
las putas de las esquinas comunes y corrientes,
las putas que más que otras presas
arriendan el oído,
las mujeres que por ser mujeres son tratadas como putas.

Las putas –todas las putas–
llegarán antes que nosotros al Reino de Dios.*

Ignacio

*Nota del Autor. Lo dice clarito Jesús en Mateo 21, 31: “En verdad les dijo que los publicanos y las prostitutas entrarán antes que ustedes al Reino de Dios”.

Debut y despedida

Como es la primera y la última vez que escribo un comentario en Todos los Domingos, me puedo dar algunas licencias. Normalmente nos inspiramos en el evangelio del domingo próximo, yo comentaré el anterior. Primero y último, de eso se trata.

El Evangelio de ayer es fuerte, en pocos pasajes vemos la humanidad de Jesús tan sorprendentemente como en éste. El maestro bueno desprecia, en un primer momento, a la mujer cananea (pues considera que su misión es solo "para las ovejas perdidas de Israel"), pero después, gracias a la insistencia de ella, lo reconsidera y sana a su hija. ¿No había sufrido él también prejuicios por el lugar donde nació? Cuando se presentó como profeta la gente comentaba: “¿De Nazaret puede salir algo bueno?” (Jn. 1, 45). Esta madre le recordó que él eligió ponerse del lado de los despreciados de la historia, no por sus méritos, sino por ser precisamente despreciados. No podemos olvidar que los preferidos de Dios son los marginados, los excluidos, los diferentes, los discapacitados, los que no tienen acceso a este blog. Primeros y últimos, de eso se trata.

Jesús se encarnó para decirnos que la salvación no viene del lado que nosotros creíamos, no llega desde el poder, no parte desde los puros e intachables, no chorrea desde los prestigiosos, no proviene desde los que escriben bien. Los primeros salvados no son los que tienen grandes ideales o se la juegan por superar la injusticia. Su predicación golpeó a la rígida sociedad donde vivió, porque quiso mostrarles que los salvados no son los que todos alaban. Si nos fijamos bien en los evangelios, su lenguaje no es almibarado, sino directo y punzante. Él le dijo al pan pan y al vino vino, aún cuando era lo políticamente incorrecto, él criticó a los de su tiempo por ser insensatos y necios, y echó a los comerciantes de la casa de Dios, para que pudieran entrar los pobres (aunque ellos construyeron nuevos templos). Primeros y últimos, de eso se trata.

En estos días de lluvia, mientras unos van de compras buscando la parka de moda, otros pasan frío… ¿y Jesús? Él pasó frío, nació en una cueva desnudo, y desnudo murió en una cruz. Pero, si se identifica con los excluidos es porque los acepta a todos. Al estar con los que se retrasan no deja de lado a los primeros. Ahora que están en el centro de nuestras miradas las carreras de velocidad, debemos reconocer que él felicitaría al último que atraviesa la meta... si el que llegó primero se va, se pierde la celebración. El que ríe último hace que la risa esté completa, el que ríe último hace que riamos todos juntos, en eso consiste el Reino de Dios, en que nadie quede fuera de la fiesta. Primeros y últimos, de eso se trata.

Que los primeros que lleguen al cielo –que son los últimos de este mundo– rueguen por nosotros, que nos creemos buenos. Primeros y últimos, de eso en realidad no se trata, sino de cómo él busca incluirnos a todos.

Ignacio Corcuera

Adiós


1 año y 10 meses en el aire.
59 semanas publicando.
47 opiniones de Mario.
11 comentarios de Andrés.
67 poemas de Ignacio.
54 invitados.
809 contactos en el mail.
Más de 19.666 visitas.
Y el infaltable Editor,
que metió su cola 73 veces,
dicen a-dios.

Esta puerta se cerró,
tal vez alguien grite después:
TLD “...sal fuera”.

Ignacio

(El Editor)

Nota del Editor:
Jesús le grita a Lázaro, que lleva 3 días en el sepulcro, "Lázaro, sal fuera" cuando lo resucita en Jn. 11, 43.