Lecturas Domingo 11 de Marzo


Éxodo 3, 1 - 8 y 13 - 15
Salmo 103
Primera Carta de San Pablo a los Corintios 10, 1 - 6 y 10, 12
Evangelio según Lucas 13, 1 - 9

Donde aprieta el zapato


Este domingo, los textos hablan de la vocación de Moisés. Y para quienes sigan este blog, sabrán que tengo debilidad por su imagen. Apenas me lo imagino, veo a Charlton Heston cruzando, con el pueblo de Israel, el mar rojo. O rompiendo con furia las tablas de la alianza cuando ve al pueblo bailando en torno al becerro de oro. ‘Los diez mandamientos’ era un clásico de Semana Santa y que uno veía no sé si por opción o porque no daban otra cosa en la tele.

Moisés, siendo esclavo como el resto de los hebreos, es criado como un príncipe por la hija del Faraón. Vive en medio de la esclavitud de su propio pueblo ‘a cuerpo de rey’. Tras verse involucrado en el asesinato de un egipcio, arranca al desierto y termina como pastor de su suegro Jetró. A la distancia afectiva, se suma ahora la distancia geográfica. No sólo vive de un modo distinto al resto de su gente, sino a kilómetros de ellos.

Un día, cuidando el rebaño, se encuentra con una zarza que le dice ‘ser la que es’. Y aunque hay varias interpretaciones del significado de esta zarza ardiendo en la cual Dios se le manifiesta a Moisés, la que más me gusta es la siguiente: aquello que quema todo el tiempo y arde sin consumirse, es ‘la conciencia’ de Moisés. Él sabía muy bien de dónde venía arrancado. Por eso, lo único que hace Dios es ponerlo cara a cara con su verdad. En vez de enviarlo a ‘una misión extraña’, lo envía de vuelta a su realidad para que viva con su gente y como su gente. No quiere que siga evadiéndose de su propia responsabilidad. Debe emprender el camino de vuelta y hacerse pastor de su nación, ahora Pueblo de Dios.

Por eso Dios tiene paciencia con el árbol que aun no produce lo esperado. El fuego divino, que lo envuelve sin consumir, será el abono para que éste de fruto. Dios quiere que estemos bien plantados, con raíces profundas y sin hacernos los lesos respecto a lo que pasa en nuestra tierra. Nos ha dado su fogoso Espíritu para que esto sea posible.

Pero si ya se dónde me aprieta el zapato, ¿no será una frescura pedir otro año más de plazo?
Mario

No somos títeres


Hay gente a la que no le gusta admitir
que ciertas cosas pasan porque sí.

Pero, si no ocurren las casualidades
la libertad del hombre no es tal.

Al decir “todo pasa por algo”,
tendríamos que reconocer que alguien controla el devenir.

Y la actuación de ese alguien,
ya sea Dios o el Destino,
nos convierte en marionetas,
así que prefiero aceptar que el error
(incluso el sin sentido)
existe.

Ignacio

Cuidar lo que se me ha regalado

Descubrir, pero sobre todo sentir que realmente uno es hijo e Dios, es de verdad fantástico. Sin embargo, desde ese momento no sólo ha cambiado la mirada que tengo sobre mí misma, sino que he podido ver en mis hijos a Dios y su amor. Esa ‘paternidad de Dios’ los hace fascinantes a mi mirada de mamá, aunque a veces sean agotadores.

Cuando los miro, los descubro tan distintos unos de otros y a veces necesito usar todo mi amor, ternura, paciencia y respeto para corregirlos… para no desesperarme.

Si yo, que soy solamente humana los amo tanto, ¡cuánto más nos amará Dios!. Cuánta más paciencia nos tendrá, cuánto más nos anhela y espera que volvamos a Él, que reconozcamos a Cristo como nuestro alimento, que no nos perdamos en envidias, animosidades, que respiremos hondo antes de un arrebato con nuestros hijos, que corrijamos sin impaciencia, más importante aún que no lo perdamos de vista a él en nuestro mundo cotidiano.

Señor: en el día de hoy tal vez estaré muy ocupada; tal vez me olvide un poco de Ti, pero Tú no te olvides de mi. Permíteme dominar mi carácter, no descargarme en mis hijos o en los demás cuando las cosas no salen como yo quiero. Permite que ellos puedan reconocer a Cristo en mi.

Tú me has confiado, junto a mi marido, una misión sublime: ser tus testigos y apóstoles, en primer lugar, de mis tres hijos.

Gracias por esta gran responsabilidad de ser papás: que maravillosa y feliz responsabilidad.

Carolina Hering

Carta de ajuste


Estamos recién de vuelta. Esperamos hacer algunas mejoras. Por lo pronto, hoy domingo 4 de Marzo, por primera y única vez Todos los Domingos aparece el domingo.

Lecturas Domingo 4 de Marzo


Génesis 15, 5 - 12 y 17 - 18
Salmo 27
Carta de San Pablo a los Filipenses 3, 17 - 21 y 4, 1
Evangelio según Lucas 9, 28 - 36

Escalera al suelo


Como muchos textos bíblicos, el evangelio de este domingo está bellamente construido, lleno de referencias e imágenes que evocan otros episodios.

Jesús, arriba del monte, se encuentra con las dos figuras más grandes del Antiguo Testamento: Elías y Moisés, el profeta que habla con el Innombrable, y el pastor del pueblo que vio cara a cara al Invisible. Pero ambos, además de su potente relación con Yahvé, tienen una particularidad: no murieron y están en la presencia de Dios. Se cuenta que Elías fue arrebatado por un carro de fuego y llevado al cielo; y la situación de Moisés es extraña, pues aunque se dice que murió, nadie conoció su tumba. Entonces a Jesús, arriba del cerro, se puede aplicar el dicho ‘mira con quién andas, y te diré quien eres’.

Sin embargo, la primera lectura le da un precioso brillo a este texto. Dios saca a Abraham fuera de la tienda y le muestra el cielo. En la mitad de la noche, le promete una descendencia tan numerosa como las estrellas. Ahora bien: como condición de la promesa, Dios le entrega a Abraham un lugar para que su descendencia se multiplique. La promesa de Dios va acompañada de una tierra que vuelve posible esa misma promesa.

Sin forzar los textos, ¿no es lo mismo que sucede con los discípulos arriba del cerro? Luego de ‘estar en el cielo’ viendo a Jesús transfigurado junto a Elías y Moisés, son enviados a bajar ‘a la tierra’. Ahí se encontrarán con su descendencia: el resto de los discípulos y los enfermos que siguen a Jesús. Y me atrevo a decir esto, porque en el evangelio del domingo pasado –las tentaciones en el desierto- se repite el mismo piropo hacia Jesús que en este evangelio, produciéndose igual movimiento: luego de escuchar el amor de su Padre y ver el cielo abierto como Abraham, Jesús parte a vivir esa promesa en medio del mundo.

Si Dios no le hace el quite al mundo, sino que lo incluye en su relación con el hombre, ¿por qué esa insistencia de espiritualizar nuestra fe? Algo del Transantiago nos tiene que tocar pues nuestra descendencia está parada desde las 5 a.m. esperando la micro o tratando que esto funcione. ¿Alguien le va a parar los carros a estos parientes mafiosos que impiden que los más pobres, numerosos como las estrellas del cielo, lleguen a la hora a la pega? Y si la Concertación y la Oposición siguen viviendo en las tres tiendas que se hicieron, algo de culpa también tendremos nosotros.

Tener fe es creer en el suelo y que sólo a través de él llegaremos al cielo. Si no, pregúntenle a Elías o Moisés que saben de estas cosas.
Mario

Ruidos

Las voces retumban en mi interior.
Las intento acallar:
proliferan.

Y ante el tráfago de la existencia
me detengo en el camino.

Siento el aleteo de Dios
y el demonio
cerca de mí.
Ahora temo.

Ignacio

Desesperación

Hay momentos oscuros, tan oscuros que te sofocan de oscuridad. Hay penas sin consuelo, noches sin amanecer, muertes sin resurrección. Tenías esperanza de andar suavemente en tierra de sombra amorosa, y te encuentras enrabiado por la frialdad inhóspita de luz moribunda que promete y abandona.

Sientes la esperanza arrebatada de tus manos. Huye la fe, como amigo que traiciona. Te atrapa la soledad que sólo conoce uno que ha sido, alguna vez, realmente amado. La dicha tiene sus bemoles.

Quizás el tema es que la desesperación es parte del proceso. Sin noche oscura, no se ven las estrellas. Cuánto más oscura, más estrellas. De pronto, son miles los hijos de quienes parecían estériles. Millones, como nunca, en el frío concierto nocturno de la eterna oscuridad de la pampa, donde el salar no permite que crezca siquiera maleza, y el eco del vacío es tu único compañero, ahí, las percibes con claridad nítida, infinitas, para ti.

El desierto también florece.

Si uno pudiera saber cuándo, eso es. Un tiempo para todo, pero el momento preciso también te elude. Mientras tanto, sigues contemplando el horizonte, esperando algún indicio creíble de vertiente con agua dulce, y nada hay, sólo fantasmas que agravan tu dolor, provocan tu enojo, y aumentan tu desesperación. ¿Cuándo decir, basta?

Te animo a continuar. La salvación supone tu perdición, el retorno supone tu exilio, y la resurrección supone tu muerte. Para seguir al Señor, es preciso dejar todo. A veces, incluso, se pierde su huella santa, y se camina sin saber, sin sentir, sin esperanza de encontrar.

De pronto, en la nube aparece el rostro glorioso que buscabas. En la noche, aparece tu luz y tu salvación. Cuando fracasa el proyecto, comienza el Reino. Cuando se acaba el amor, se descubre finalmente. En tu pobreza más absoluta, encuentras el tesoro.

Avanza, sin temor, compañero, porque en su fidelidad está nuestra esperanza. Si huye, es para llevarte más adentro, a las alturas por mí desconocidas, más cerca de su corazón, a tocar su compasión implacable. Si desaparece, es para llamarte a gloria mayor. Es bueno que estemos aquí. Sepa que el Señor es tu Dios, que cumple todo lo que promete, y más.

Nathan Stone sj