Lecturas domingo 23 de Diciembre

Cuarto Domingo de Adviento

Isaías 7, 10-14
Salmo 23
Carta a los Romanos 1, 1-7
Evangelio según San Mateo 1, 18-24

El cachito


(Escribiré breve, porque mis partners esta vez se alargaron). Vivimos constantemente esquivando los cachitos, más todavía en esta época del año, cuando todo va terminando y no tenemos tiempo para nada. Aunque todo y nada sean palabras relativas. Si suena el celular y no reconocemos el número, no contestamos porque puede ser un cachito (“si es importante volverá a llamar”, nos autoconvencemos, para después no contestar porque estamos justo manejando o pagando en la caja los regalos). No pienso levantar la vista del computador durante todo el día en la oficina para evitar que alguien me pida un favor. “Mejor no invito a salir de nuevo a esa mujer que acabo de saber que es separada y con hijos” (eso serían dos cachitos). Ni loco digo que tengo un poco de tiempo libre, no sea que alguien me enchufe un cachito. Ojalá que nada nos saque de la rutina, aunque tampoco nos guste esa rutina.

¿Cómo será despertar de un sueño y tener que hacerse cargo de un cachito mayúsculo? “Pero si ese hijo no es mío”, podría haber dicho –con toda justicia– José. Algo podemos aprender de él, que ha sido siempre olvidado. ¿Y si resulta que ese cachito al final nos cambia la vida, pero para mejor? ¿Y si en la sonrisa de un niño (aunque no sea el nuestro) el Señor salva? ¿No será que al hacernos cargo del otro se hace presente Dios-con-nosotros?

Andrés

Misa de Navidad en la ex-Penitenciaria


Tensa espera. Esta Navidad tiene sabor a ayuno. “Peligro de motín”, nos advierten, y no quieren dejarnos pasar. Pero el capellán tiene más rango. Entramos al patio: Un ovalo vacío cercado de gritos. Las tarimas, el altar y micrófonos los instalamos con gran celeridad. A un costado el Pesebre. Las sillas esperan y se abren las rejas: nuestros corazones se detienen un segundo. Como avalancha arremolinados grupos de reos disputan por cigarrillos. Solo algunos se sientan.

En el nombre del Padre,
y del Hijo
y del Espíritu Santo...

Alcanzo a ver las duchas: ¡y a los presos en ellas!

Mientras estaban en Belén le llegó a María el tiempo del parto,
y dio a luz a su hijo primogénito,
y lo envolvió en pañales
y lo acostó en un pesebre
pues no había sitio para ellos en la posada...

Mientras tanto, los evangélicos, vestidos de traje, observan desde lejos.

Este es el cordero de Dios,
el que quita los pecados del mundo...

Algunos formando parejas caminan tomados de las manos, indiferentes a nosotros. Afuera se escuchan sirenas y trajín de gendarmes. Sin enterarnos la revuelta se inició en otra sección.

Hemos celebrado la Eucaristía...
¿Podemos ir en paz?

Ignacio

Nota del Editor. En la Navidad del 2000 los presos estaban haciendo huelga de hambre por algunas demandas, no dejaban entrar a nadie, pero aceptaron que se celebrara la misa.

Mejor olvídate


¿Vamos de paseo? Sí!! Vamos a ayudar a los pobres!!!!

¡Ay! que pena la viejita, era pobre, pobre, pobre, y los niños, ¡ay! llenos de piojos, con los mocos colgando y las zapatillas rotas. Como que me dio un poquitito de asco, y pena, yo creo que el próximo año voy a ir de nuevo a construir mediaguas, así ayudo a otra familia. Ahhh mierda, pero eso significa que voy a tener que ir todos los años, porque o si no la conciencia “toc, toc” ahí molestando como el bzzz de una mosca que no te deja tranquila, y a mí igual me gustaría ser una buena persona. Pero es que, la firme, no soy taaaan constante, así que tiene que haber otra solución. ¿Por qué no escondemos a los pobres? Mejor opción, mandémoslos a vivir lejos de nuestras casitas bonitas, con alarma y todo. Y hagamos carreteras que nos hagan olvidar que existen, y pasemos bien rápido en nuestros autos echando polvo, y mejor subo los vidrios pa no ver al gentío apretujado en el transantiago, porque me caben fácil cuatro de ellos en el auto.

Chuta, pero hay otro problema a mi nana la tengo que ver todos los días… mejor no le hablo, así que no me cuente la enfermedad de su marido o que al hijo lo echaron del liceo.

Uff, ya me siento un poco más tranquila. Puta madre, tengo todo resuelto, y prendo la tele y aparece la Teletón… igual triste, hasta había un señor que trabajaba sin patitas. Cacha po! Y a mí hasta me da lata estudiar, y éste aperrando. Filo, me cansé de pensar, mejor no veo más tele, chao con los minusválidos.

Sigo carreteando, y paso por el Golf, y ¡sacrilegio! Lleno de putas. Ahh, no, me equivoqué, travestis… peor. Llamemos a los pacos, no los quiero ver, entre la ambigüedad de los travestis y la cochiná del adulterio, y qué decir de la homosexualidad… no, a la cárcel, porque “de algo tienen que comer”, pero yo no los quiero ver, porque me acuerdo que hay niñitas en algún país que termina con zjstán que se prostituyen desde los 12 años. Prefiero que se prostituyan en otro barrio.

Una amiga tiene depresión, y en verdá no sé que hacer y me distancio poco a poco de ella. Y mi tía se separó, así que mejor no la invitamos a la navidad familiar.

Varios problemas solucionados: pobres segregados, travestis exiliados, minusválidos olvidados, locura rechazada, familia ¿cuál familia? (si tampoco eran tan cercanos).

Estoy sola, y he olvidado a todos. Menos a los que se me parecen. A cada una de las personas que me rodea. Me rasco con mis propias uñas. Y vivo con miedo, porque no conozco a nadie, no quiero a nadie, y me escapé de la realidad. ¿Un poco exagerado? Tal vez, pero ¿no tendremos todos algo de esta caricatura?

La sociedad chilena actual, la que nosotros formamos y en la que participamos activamente (y a la cual le echamos la culpa de todos los males), nos presenta un mundo dividido: a modo de ghetos se han ido separando distintas realidades, y el sujeto tiene miedo y no sabe qué hacer con ellas, porque no las conoce, y así, poco a poco, las puede ir evadiendo para no hacerse responsable. Nos enfrentamos a una tragedia de las con mayúscula: un sujeto dividido, una humanidad que se desconoce. Si seguimos alejándonos de cada uno de nuestros hermanos por su diferencia, perdemos el sentido de responsabilidad, si no nos hacemos responsables por cada uno de quienes nos rodea, a nivel directo y también en el trabajo de las estructuras más amplias, no deja de existir el otro, sino que lo negamos.

Nos urge en el Adviento difundir la palabra de Dios y acoger a cada uno de nuestros hermanos, que son TODOS. Pero ¿cómo lo hacemos si no conocemos al otro?, ¿en que lenguaje te hablo si no conozco tu idioma?, ¿cómo te abrazo si no sé dónde encontrarte?, ¿cómo limpio una lágrima que no veo?

Francisca Guarda