Coraje

Siempre me he cuestionado acerca del amor de Dios, específicamente sobre cómo Dios nos ama.

Plantearse esta interrogante implica asumir el misterio de Dios. Por lo tanto, si creo en Dios, y en el amor de Él, debo tener el coraje de vivir con la duda de su misterio desde la fragilidad. A este coraje de sostener la duda Kierkegaard lo denomina fe.

Como soy católico porque Dios nos ama y he creído en el amor de Él, debo agradecer que una de las manifestaciones de su amor fue habernos enviado a su Hijo único al mundo, para que no perezca ninguno de los que creen en Él, sino que tengan vida eterna.

Su único Hijo, Jesús (figura que posee un carácter humano y divino), testimonio de un equilibrio admirable entre lo espiritual y lo social, que construyó iglesia desde la fe de la iglesia universal (especialmente desde la iglesia de los pobres), y que no vino al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él. Este Jesús alimenta mi fe, o sea, posibilita el coraje para sostener la duda del misterio de Dios.

Fabián Gil

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