Lecturas domingo 30 de Septiembre


Amós 6, 1 y 4-7
Salmo 145
1Timoteo 6, 11-16

Evangelio según San Lucas 16, 19-31

No hay peor ciego…


Los textos bíblicos, como un caleidoscopio, muestran matices según uno los mueve o a la luz que tengamos alrededor. Quien cierre un ojo y gire lentamente los textos, verá que un leve movimiento hace que este rústico telescopio transforme sencillos papelitos en un vitral infinito, universo de colores múltiples. Hay que hacer campaña, entonces, contra quien predique este domingo, como cualquier otro, en blanco y negro.

Primer giro. El texto lucano nos habla de un mendigo –llamado Lázaro y que los ángeles llevan hasta al cielo– y un hombre rico –que no tiene nombre, simplemente se muere y que se va al infierno por indolente–. Hasta aquí, el texto suena a reprimenda para quienes vivimos ‘a cuerpo de rey’ despreocupados de la suerte de los más pobres. Como quien es pillado en una mentira, varios terminaremos con la mirada gacha este domingo en misa y con un alto porcentaje a pasar sed en el más allá.

Segundo giro. Si le damos una vuelta más al texto, vemos que Lázaro es recibido en el cielo por Abraham. ¿Por qué él y no Dios mismo? Para el Antiguo Testamento, Abraham es el paradigma del creyente. Por su fe, Dios ha reunido al pueblo de Israel y hecho alianza con él. Y todo judío se siente miembro, por eso, del Pueblo de Dios y beneficiario de su promesa. De ahí que los oyentes de la parábola –judíos en su mayoría– sientan como ‘patá en la guata’ que el ‘padre de la patria’ les pegue la desconocida. Igual que el exalumno que encuentra obvio que el hijo debe ser aceptado en su colegio “porque él estudió hace muchos años ahí”, los oyentes judíos se llevan una buena sorpresa: ser ‘hijo de Abraham’ no garantiza nada. Lo que marcará la diferencia será la práctica de la justicia y no otra cosa.

Tercer giro. ¿Será casualidad que el pobre se llame Lázaro? Aunque Lucas no hace referencia al hermano de Marta y María –esto sólo aparece en el evangelio de Juan– , es mucha casualidad que una de las peticiones del rico sea que Lázaro ‘se les aparezca’ a los parientes y que, para más remate, Abraham responda que ni un muerto les cambiará el corazón. Es la misma escena, pero con otra escenografía, de la resurrección de Lázaro narrada por Juan. Allí los fariseos, aun cuando vieron un muerto aparecerse, no creyeron. Ni ver caminado a un muerto les cambió su modo de actuar.

Pareciera, entonces, que la intención del texto no es la simple moralización de los oyentes o para ‘meter miedo’ a los glotones que no convidan su colación en el recreo. El texto es más bien una invitación a la conversión, a creer en Aquel muerto que se mostró vivo para siempre: Jesucristo, porque sólo Él acaba con la distancia insalvable que existe entre unos y otros.

El problema: Jesús se nos ha aparecido muchas veces, y ni aun así creemos que la vida se resuelve en el cara a cara con mi hermano. El Señor se aparece hasta en la sopa, pero aun así no pasa nada. Entonces, una de dos: o creemos o a tomar agua…que la sed después será mucha.

Mario

Epitafio

A José*

Encontré a José un Viernes Santo
­­borracho en una esquina,
y participamos juntos en el Vía Crucis.

Lo que buscaba era un poco de cariño:
¿Se alegra de verme?

Solo quería un muñeco
porque nunca lo tuvo en su niñez.
Deseaba escapar de las sombras que lo perseguían.
Él no era culpable.

Por segunda vez preguntó:
¿Me va a cuidar?

Mientras me abrazaba
una sonrisa pícara iluminaba su rostro (y el mío).
No ve que soy un profeta poderoso,
decía casi a gritos.
Le pedí que hablara más bajo: la gente está rezando.
No, amigo, si nosotros callamos el cielo no se abre.

Y al final, cuando le traje un café y un pan,
lo tomó entre sus manos,
lo partió
y me entregó la mitad:
por si usted no ha comido.

Por tercera vez preguntó:
¿Me va a extrañar?

Y aunque no lo vuelva a ver,
cumplo con lo único que pidió:
dejo una flor en la tumba para José.

Ignacio

* Porque en Semana Santa 2002 en Concepción, en esa única vez que estuve con él, con sus palabras y sus gestos (y aún con su dolor) fue un verdadero profeta de la Resurrección para mí.

No se puede

Hace unas semanas se abrió en el país un debate en relación al descanso semanal de los trabajadores. La cuestión es si el reposo semanal –y el de los feriados legales– es irrenunciable para el trabajador o bien si éste puede renunciar al mismo a cambio de una compensación económica. Un diputado, partidario de la obligatoriedad del descanso dijo en una entrevista que “hay algunos que piensan que las personas están al servicio de la economía y en cambio hay otros –se incluía– que piensan que la economía está al servicio de las personas”. Me quedó dando vueltas su modo de ver las cosas y no pude sino adherirme a su modo de pensar.

En el evangelio, Jesús no condena la riqueza del hombre rico, sino su indolencia para con Lázaro. El reino de los cielos está de parte de los humildes que fundan su esperanza en Dios y su justicia, y pone en jaque a quienes no ‘reman para ese lado’. No está del lado de los orgullosos que se “aseguran” con sus bienes obtenidos a punta de mañas ni con aquellos que tratan a sus hermanos como basura.

No se puede servir a Dios y al dinero.

Pedro Labrín sj