Una fe adulta


Hay ciertas “espiritualidades” o formas de religiosidad, dentro de nuestra Iglesia Católica, que necesitan de un Dios mandón que impone reglas y que se enoja cuando no se cumplen. A la vista resalta que ésta parece ser más bien la relación de un padre con su hijo, pero más específicamente, la de un niño frente a su padre. Inevitable es que el fiel-niño no cumpla siempre las reglas y espere constantemente el castigo del padre-Dios, de donde vive constreñido por el eventual castigo. El padre y Dios aquí, es uno condicional, como aquel del antiguo testamento que se presenta en ocasiones: “si de veras escuchan mi voz y guardan mi alianza” (Éxodo 19, 2-6a). El resultado es un niño inseguro, pero en el caso del fiel es una persona atemorizada y por lo tanto menos libre. Llamarlas espiritualidades, bajo estas condiciones, es cuestionable: al final han cambiado el espíritu por las reglas.

El nuevo testamento, en cambio, está dirigido a otro tipo de religiosidad, la de aquellos que actúan conforme a principios y no sobre reglas y que por tanto tienen que discernir, “construir el reino” junto con Dios. Él no nos trata ni como niños ni nos impone puras reglas: “misericordia quiero y no sacrificios: que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores” (Mateo 9, 9-13). Tampoco quiere a los virtuosos, no quiere más al monje que al laico, nos quiere a todos por igual sin condiciones y en ese sentido las lecturas de esta semana son demostrativas: “la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros” (Carta a los Romanos 5, 6-11). De aquí la alegría de ser hijos de Dios, la sensación de seguridad que nos da este Dios, que nos hace libres de verdad.

Un amigo religioso me dijo que dentro de la Iglesia debe haber cabida para todo tipo de espiritualidades, que existe gente que le digan qué tiene que hacer. Yo no creo eso, creo que mi amigo no lo cree tampoco y que fue su voto de obediencia al Papa lo que lo hizo actuar con tamaña diplomacia. Creo más bien que Dios nos trae un mensaje que nos debe, necesariamente, llevar a vivir una fe adulta, una fe de principios, de discernimiento, de dudas en el camino. Esa es la fe del nuevo testamento, un camino más largo y difícil por cierto, de otra forma, la venida de Jesús no se justificaría.


Pablo Carvacho T

1 comentario:

Anónimo dijo...

Notables. Las tres secciones. Esas son columnas de opinión “con opinión”, que hacen que algo moleste en la guata. Bien por el equipo editorial que lo dirigen y los siervos inútiles que lo leemos. Grande Ignacio, y se ve que Mario también estaba muy inspirado (notable el primer párrafo).

Y a propósito de una fe adulta, de bonus track, una no fe adulta:

No creo en la vía pacífica
no creo en la vía violenta
me gustaría creer
en algo —pero no creo
creer es creer en Dios
lo único que yo hago
es encogerme de hombros
perdónenme la franqueza
no creo ni en la Vía Láctea.

Nicanor Parra