Lecturas Domingo 26 de Noviembre


Daniel 7, 13 - 14
Salmo 93
Apocalipsis 1, 5 - 8
Evangelio según San Juan 18,
33 - 37

El rey

Luis Dimas es el rey del Twist, y Pelé del Fútbol. Mientras Elvis es rey del rock and roll, Germán Torres lo es del berlín. Boris Quercia es el rey de los huevones, y Carlos rey de España. Incluso Simba es rey, sin contar que Pedro Vargas se autoproclamó como tal. Hay realeza para todo. Para cada feudo, su señor feudal.

¿Qué significa celebrar la realeza de Cristo, si incluso Él rehusó ser proclamado rey? Es cierto que los Evangelios narran cómo Jesús fue visitado por reyes, y cómo a María se le promete un hijo-heredero del reino de David. Y aunque con imágenes invertidas, se nos hablan de una corona (de espinas), un manto (de trapo púrpura), un báculo (que es un palo) y de un trono que en la cabecera certifica la realeza de quien ahí está (la cruz).

Sin embargo, tengo la impresión que la realeza de Cristo reside fundamentalmente en su ‘sangre azul’. Como narra el libro de Daniel, Cristo es quien ha recibo toda potestad de su Papá. Su realeza le viene ‘por la familia’ que tiene. El Hijo del Hombre es heredero de todo porque el Anciano, que lo ama, le dio ‘un imperio eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás’. Por eso Jesús arranca del Tentador cuando éste le ofrezca esto en el desierto. El ‘cola de flecha’ no es de la familia y todos sus ofrecimientos de realeza, rechazados.

Al finalizar el año litúrgico y comenzar el Adviento celebramos, en el Hijo, nuestra propia nobleza. Si somos hermanos de Jesús, nos transformamos inmediatamente en co-herederos del Reino. Así, nuestra convicción este domingo debería ser doble: primero, y porque somos familiares de Dios, nuestra estirpe divina; y, por otro lado, que rehusaremos toda realeza que implique vasallaje entre nosotros……porque Cristo, nuestro hermano y Señor, es Rey.
Mario

INRI

Creo en aquel acusado de borracho y glotón
y que fue escándalo para puritanos.

En aquel que transformó el agua en vino
y multiplicó panes y peces a los despreciados.

En aquel que no condenó a las putas
pero sí acarició a enfermos y olvidados.

En aquel que expulsó a los comerciantes del templo
y afirmó que el cielo pertenece a los mendigos.

En aquel que fue hecho burla por morir en un madero,
y aun resucitando mostró sus llagas y comió pescado.

Ignacio

INRI: Jesús Nazareno Rey de los Judíos (en latín). Cartel puesto arriba de la cruz de Jesús por Pilato.

El broche de oro

Aún cuando TVN hace sus mejores esfuerzos por hacernos soñar con otros mundos posibles (donde la niña pobre se convierte en princesa), reinos, reyes y dragones, quedan en el mundo de lo imposible, de la fantasía. Nadie se atreve siquiera a soñarlo, menos hoy que por ser bueno te ganas el título de “Rey de los Huevones”.

Lo mismo ocurre con el proyecto de Dios. Espectacular, buenísimo, nobledifícil, utópicoimposible. Y para más remate, añejo. Si hasta se le ocurre hablar de un Reino ¡y el mismo Jesús se las da de Rey!... como si la vida se tratara de un lindo cuento de hadas.

El año litúrgico, termina con la Fiesta de Cristo Rey. Pone el broche de oro al tiempo vivido, reconociendo que el niño de Belén, aquel adorado en el pesebre como rey, muere también como tal con un letrerito sobre la cruz que nos recuerda su “dignidad”. Así creer es de locos o mensos.

Sin embargo, si reemplazamos la idea de Reino por la de Felicidad (la plena, la que va más allá del estado transitorio de alegría, la del gozo que no acaba) nos acercamos al proyecto de Dios posible, entusiasmante, vigente.

Haz la prueba de leer algún trozo del Evangelio en esta clave. No será tan extraño entender Reino de Dios como sinónimo de gratuidad, justicia, verdad o amor. Pero procura entenderlo (y vivirlo) desde la lógica de Dios (aquella que resulta ilógica para nosotros). Piensa en un proyecto grande, pero que nace desde abajo, desde lo sencillo, que no tiene publicidad, que se realiza todos los días casi en anonimato, casi ha riesgo de pasar desapercibido. Piensa también en un Dios que lo puede todo, pero que se fía de ti para cumplir su sueño, simplemente porque te quiere.

Te aseguro que el Rey y Reino no te parecerán tan ridículos, y entenderás aquello de “ya está entre nosotros”. Tampoco compararás a Jesús, el Rey, con el protagonista de la película de Quercia. Verás a Dios, Rey y Señor de la creación, invitándote a vivir como tal: rey o reina de tu propia vida, con un proyecto grande entre manos y con la posibilidad de realizarlo porque “Él te auspicia”.

Pablo Kramm