Lecturas Domingo 20 de Mayo


Hechos de los Apóstoles 1, 1 – 11
Salmo 47
Carta a los Efesios 1, 17 - 23
Evangelio según San Lucas 24, 46 - 53

La ascensión


Hace tiempo que no estaba con mi papá. Hace un par de días vino a Santiago para una reunión, y nos juntamos a comer en el terminal antes que saliera el bus para Puerto Montt.

Mientras en la tele Al Gore predicaba sobre el calentamiento global y Benedicto XVI sobre, lo que a su juicio, es un ‘peligroso enfriamiento’ planetario, con mi papá ‘copuchábamos’ sobre un primo que se casará a fin de año y de lo complicada que está la pega en su oficina. Ni me acuerdo lo que comimos; lo único importante era estar ahí con él, aunque fuera un rato, y retener ese modo de contar las cosas que me hace sentir en casa.

Cuando se subía al bus, me recordó que mi mamá llegaría a Santiago el día siguiente. Incluso la llamamos por teléfono para confirmar su llegada en el avión de la noche. Ella, ciertamente, me contaría con lujo de detalles todo lo que mi papá sólo me contó a la pasada. Luego de un beso y un abrazo no muy apretado –como siempre- se subió al bus con ‘La segunda’ bajo el brazo. Apenas se sentó, miré a sus vecinos de asiento. No tenían idea que, por los ronquidos de mi papá, vivirían la noche más larga de sus vidas.

En eso estaba cuando partió el bus. Y mientras me despedía, unos carabineros se acercaron hacia los que estábamos ahí y nos dijeron: ¡circulando, por favor!

Mario

Llamada


Tu nombre en las calles encontré.
Tu nombre inscrito en los muros y en los jardines.
Tu nombre escuché
en medio del ruido de esta ciudad.
Tu nombre no puedo evitar.


Ignacio

El sentido de la Espera



Para las mujeres que tenemos o hemos tenido la suerte de estar a la espera del nacimiento de una vida, la frase esperar por una Promesa de Vida Nueva cobra muchísimo sentido. Aquí la impaciencia se desahoga, se desborda por otros lados, como la guata que sola comienza a mostrarse, en un comienzo tímidamente, casi imperceptible, hasta que ya no solo emerge orgullosa, sino que la nueva vida dentro refleja y expresa que bajo ese volumen hay una Vida que se manifiesta y promete que cambiará la vida de los que la rodean.

Por otro lado, para los que somos impacientes, la palabra esperar adquiere muchas veces un peso no muy fácil de llevar. “Relájate..” te dicen para quitarle la sobredimensionada cuota de tensión que adquirió el asunto… “mira que vale la pena la espera. Lo que viene nos va a cambiar la vida!” Y con esto las ganas de tenerlo YA, ALTIRO casi ni se contienen. Por esto mismo no puedo dejar de compadecer en cierto sentido a los apóstoles al leer el evangelio, ya que poniéndome en sus pantalones me pasaría lo que les acabo de contar. Aunque la sola condición de ser testigos, portadores de ésta Buena Nueva, de Vida Nueva para la humanidad, les tiene que haber emergido a través de los poros así como en el embarazo la guata se manifiesta.

Es esa impaciente certeza de que lo que viene, lo que se nos promete, viene literalmente a cambiarnos la vida. De más está decir que con esto no solo me refiero a los padres del niño que va a nacer o a los apóstoles, sino que, por ser vida, tiene la necesidad de darse abiertamente: la guata no discrimina a quién se muestra… todos en la calle la notan.

No queda más que a esta espera sacarle el jugo para poder acoger esta Promesa y, con todas nuestras debilidades y carencias, dar testimonio de ella.

María Luisa del Campo