Lecturas domingo 9 de Diciembre

Segundo domingo de Adviento

Isaías 11,1-10
Salmo 71
Romanos 15, 4-9
Evangelio según San Mateo 3, 1-12

Honestidad brutal


Hay que sacarle todo el romanticismo barato al Evangelio, todo lo que huela a piedad dulzona, almibarada. Jesús no era rubiecito de ojos azules, ni hablaba con voz de falsete predicando que la vida se hace más fácil si uno cree en Dios. Su primo Juan era un loco –casi– de atar, vestido con piel de camello en pleno desierto el hedor se habrá sentido desde lejos, alimentándose de saltamontes tiene que haber estado en los huesos, y se atrevió a gritar a todo pulmón, a aquellos que creían que tenían su puesto asegurado en el pueblo elegido, “raza de víboras”.

Tiene que haber sido un verdadero espectáculo ver a este tipo. Algo así como algunos personajes públicos en que uno está esperando ver ‘con qué van a salir ahora’. Parecido a los políticos populistas que aparecen en portada cada vez que se mandan una frase para el bronce. Pero con una gran gran diferencia. Mientras los primeros buscan votos o rating, y para eso no paran de adular a su público o de hacer promesas de felicidad eterna, Juan es claro en su mensaje, él no se anuncia a sí mismo, y nos exige la conversión. Algo de cordura había en sus palabras, que tanta gente partió hacia el desierto a bautizarse. Y los primeros en llegar tienen que haber sido los que necesitaban confesar sus pecados, los que no se creían buenos, justos y salvos.

Cuando nos aburguesamos espiritualmente, cuando creemos que merecemos la salvación (como fariseos y saduceos) nos hacemos un Dios a nuestra medida, a nuestra propia imagen y semejanza, que no nos exige nada. Cuando perdemos la urgencia dejamos de dar buen fruto, ya no somos buena noticia para nadie. Que bien nos haría mirar nuestra vida con los ojos –y la radicalidad– de Juan.

Andrés

* Nota del Editor: el título corresponde a un disco de Andrés Calamaro (se ve que los autores de este blog están yendo demasiado a recitales).

Kairós

Dame un puñado de palabras
y déjame tallarlas.
¡Gracias a Rubén Morgado, por sus palabras!


Muchas cosas pueden ser hechas en serie.
Instantáneas, fugaces, automáticas.

El ser humano se hace a pulso,
requiere tiempo.
Misteriosa forma, una y otra vez forjada.

Ignacio

Nota del Editor. Kairós (en griego): tiempo propicio. Es diferente que el tiempo meramente cronológico. Preparar el camino al Señor, es decir, que nuestras vidas den fruto, supone este tiempo.

Otra oportunidad

Diciembre, último mes del año, mes agitado, lleno de actividades, ceremonias, actos, graduaciones, evaluaciones o el típico paseo o asado de fin de año... todos estos acontecimientos, de alguna u otra manera, nos hablan de ciclos que terminan, de un año que llega a su fin.

Por lo mismo es tiempo de mirar hacia atrás y recorrer el año vivido; ¿en qué hemos gastado nuestras energías?, ¿con quienes hemos compartido? ¿en qué hemos ocupado nuestro tiempo? ¿en qué cosas o en qué personas hemos puesto nuestro corazón?, ¿a quienes hemos amado? ¿y a quienes no?... y así, un sin fin de preguntas que nos pueden ayudar a mirar con verdad lo vivido.

Acogiendo en nuestras manos la propia realidad, escuchamos la voz potente de Juan el Bautista, con una invitación: “¡Vuélvanse a Dios, porque el reino de los cielos está cerca!” (Mt. 3, 2). Volverse a Dios, mirarlo de frente, a la cara, con toda nuestra verdad, sabiendo que Él “No juzgará por apariencias ni sentenciará sólo de oídas...”(Is. 11, 3). Sabiendo que es un Dios que no se queda “pegado” en nuestro pecado, sino que nos perdona, nos sana, repara y reconcilia, incluso aquello que nos parece irreconciliable: “Habitará el lobo con el cordero, la pantera se tumbará con el cabrito...” (Is. 11, 6 ).

Juan el bautista nos dice: “Pórtense de tal modo que se vea claramente que se han vuelto al Señor” (Mt. 3, 8). Al terminar este año y de cara al siguiente, se nos vuelve a abrir la posibilidad y oportunidad de realizar aquello que soñamos, lo que hondamente deseamos y que Dios nos invita a vivir ¿en qué deseamos gastar nuestras energías?, ¿con quienes queremos compartir? ¿en qué anhelamos ocupar nuestro tiempo? ¿en qué cosas o en qué personas queremos poner nuestro corazón?, ¿a quienes queremos amar?...

Desde nuestra verdad tenemos una invitación mayor; vivir un tiempo de espera, de espera vigilante, atenta y llena de esperanza, porque el Señor viene, porque Jesús nace y se hace uno de nosotros y nosotras, comparte y le da sentido a nuestra realidad, la del día a día, la que está llena de gozos, dolores y esperanzas.

En este tiempo de Adviento, que es tiempo de Gracia, pidámosle al Niño que nace en Belén, nos conceda el poder realizar todo aquello que profundamente deseamos y que nos hace volver la mirada a Dios y a nuestros hermanos y hermanas.

Paula Torres aci