¿Faltan curas?


Para muchos, los curas están en peligro de extinción. Pareciera que la jungla postmoderna no está hecha para este tipo de vida. Su habitat ha sido destruido, y al igual que los pandas, no tienen ya dónde ir. Han intentado reproducirlos en cautiverio, pero no hay caso: su número baja todos los días y los que aun sobreviven tienen avanzada edad.

Efectivamente los sacerdotes han disminuido en los últimos años. Eso es grave para la vida sacramental de la Iglesia. No cabe duda. Pero esto no significa, necesariamente, que falten curas. Es cierto que en muchos lugares corren todo el día para celebrar misas y acompañar enfermos; las necesidades se agolpan a su puerta y casi no tienen tiempo para descansar. Sin embargo, en otros lados viven amontonados y se pelean a los mismos feligreses. El problema, por ahora, no pareciera ser la extinción.

Lo que sí parece escasear –como narra el evangelio del próximo domingo– son pastores que cuiden del rebaño y anuncien la abismante cercanía del Reino de Dios. Ante la orfandad de su pueblo, Él requiere voluntarios para guiar al rebaño por cañadas oscuras y señalar pastos donde descansar. El único y eterno sacerdote prefiere ser llamado buen Pastor porque esa es la invitación que más le gusta hacer.

Gracias a Dios, Él mismo suscita, en medio de la necesidad, madres jefas de hogar y papás abnegados, políticos con deseos de servir al bien común, camioneros generosos y excelentes estudiantes. Justo en medio del caos y los lobos, el Espíritu se encarga de ‘capacitar’ nuevos pastores en medio de su Iglesia, el gobierno, la oposición, el servicio público y privado. Son poquitos y pobres… pero aperrados. Es cierto: apenas suman 12 personas. Pero son generosos con Dios y cuentan con el Espíritu Santo auspiciador.

Por eso, niñas, cuando escuchen que “la cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos”, no se cansen tomando más fuerte la mano de sus novios. Afortunadamente, ellos han aprendido a defenderse de la prédica/arenga que, de manera burda o sutil, invita al sacerdocio como quien pide valor al príncipe indígena que será arrojado al volcán. Pero si el mismo novio no se estremece al ver que sus hermanos vagan como ‘ovejas sin pastor’, no duden en abandonarlo apenas puedan. Porque si la calle no le estremece las entrañas y le invita a ‘dar gratis lo que gratis a recibido’, ese joven no sirve ni siquiera de acólito… y mucho menos como padre de familia.

Mario

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Después de haber dejado hace mucho tiempo la opción sacerdotal y de haber optado por el matrimonio, ya hoy siendo papá, he visto la importancia de mi nuevo rol.

Es un papel social quizas más anónimo o menos vistoso que el de un cura, pero sin lugar a dudas, importantísimo en el camino de fe de una familia. Siento que ser papá es ser un Pastor dentro de la Iglesia domestica, dentros de nuestras familias.

Soy padre, como los curas son padres, quizas seamos de distintas familias nucleares, pero finalmente provenientes del mismo Padre.

Sin temor a equivocarme, creo que la pregunta no es si faltan curas, creo que la pregunta es si ¿Faltan padres?

Nacho G.

Anónimo dijo...

Estoy de acuerdo, y me parece que esa es la intención de Mario también, cuando dice que no faltan curas, sino pastores en todos los ámbitos de la vida... incluyendo papás y mamás.

Nacho C.

Sole dijo...

Me llegan especialmente la lectura y comentarios de esta semana... Ser "pastor" es una mision no muy apreciada para el que le toca. Significa ser parte de una comunidad, pero desde una posicion algo solitaria. Significa atreverse a avanzar cuando todos temen. Significa renunciar a la propia comodidad, arriesgarse a tomar desiciones, desprenderse de las seguridades propias y ser el primero en aventurarse en las "quebradas oscuras". Ser valiente cuando, en realidad, eres el que mas teme de todo el rebano...
Ser pastor, en el fondo, es una de las invitaciones mas radicales que nos hace Dios a confiar solo en el, a verlo a el como unico pastor. Desde la soledad y la debilidad dejarse acoger por el y confiarse toda en el... y saber que Dios no nos pide ser pastores fuertes y seguros de si mismos, sino debiles pero infinitamente amados, confiados y hasta bastante atarantados,como Pedro.