Lecturas Domingo 17 de Diciembre

Sofonías 3, 14 – 18
Salmo: Cántico de Isaías 12, 2 - 6
Filipenses 4, 4 - 7
Evangelio según Lucas 3,
10 – 18

Estén alegres

'Si escriben de París, de donde vienen las guaguas,
hay que ceder el turno.'
Mario

Fácilmente asociamos el cristianismo al dolor, la ascesis, cargar la cruz, sobriedad, vencerse uno mismo y a la abnegación con sabor a resignación. Espontáneamente pensamos que seguir a Cristo implica sufrimiento, porque Él padeció y murió por nosotros. Como si el dolor y el sufrimiento fueran el lugar privilegiado de la presencia divina y su pedagogía preferida.

Sin embargo, el mandato paulino es claro e insistente: estén siempre alegres en el Señor; se los repito, estén alegres. Según el texto de Sofonías, Israel lanza gritos de gozo, se alegra y exulta de todo corazón porque Dios está en medio de ella y ya no teme. E Isaías, en el salmo, nos invita a dar gritos de gozo y de júbilo. Entonces, ¿Cómo comprender esta insistencia en la alegría?

Con la encarnación, Dios se ha vinculado con toda la realidad, con todo lo humano. También con la experiencia del gozo y la alegría, que en adelante nos pone en contacto con lo divino. "Estén alegres" no es un llamado a la diversión permanente, sino una invitación a organizar nuestras vidas de manera que todos quienes nos rodean vivan en paz, con gusto, profundamente felices.

Vivir para hacer felices a los demás es lo mismo que renunciar a ser uno el centro, porque supone anteponer la alegría compartida a la alegría particular.

En este tercer domingo de Adviento, no olvidemos que la salvación que Jesús nos regala es ante todo y en primer lugar la plenitud del hombre: que viva bien y feliz. Juan Bautista bien lo sabía al anunciar la Buena Noticia al pueblo.

Román Guridi sj

Exhumaciones


Mártires de Pisagua.*
Mártires de Calama.
Mártires de Tocopilla.
Mártires de Copiapo.
Mártires de Vicuña.
Mártires de La Serena.
Mártires de Cuesta Barriga.
Mártires de Colina.
Mártires de Santiago.
Mártires de Lonquén.
Mártires de Paine.
Mártires de Talca.
Mártires de Constitución.
Mártires de Coronel.
Mártires de Concepción.
Mártires de Los Ángeles.
Mártires de Laja.
Mártires de San Rosende.
Mártires de Mulchén.
Mártires de Temuco.
Mártires de Sicahue.
Dos mil doscientos setenta y nueve mártires en Chile.
*
Mártires del viento:
si no hay justicia.

Mártires de la verdad:
si no los olvidamos.


Ignacio

* Estos son los lugares donde ha habido exhumaciones en Chile hasta Octubre del 2001, según FASIC (Fundación de Ayuda Social de las Iglesias Cristianas).
** Número de víctimas por la violencia política, según el Informe De La Comisión Nacional De Verdad Y Reconciliación

Duda

Han sido muy turbulentos los últimos días en nuestro país. La muerte de Pinochet fue tan fuerte que parece removió tierras muy húmedas. A partir de este acontecimiento –y todo lo que acarrea- muchas cosas me han dado vueltas, generándome diversos sentimientos. Y reconozco, que estos pensamientos y sentimientos tienen mucho que ver con quien soy, la familia en la que me crié, las instituciones en las que me eduqué y también la imagen de Dios que tengo, en la que creo y la que me acompaña.

Por una parte espero y deseo creer en un Dios que me ama sin miramientos, que me acoge, perdona y recibe a su lado sin necesidad de merecerlo. Pero de repente se muere Pinochet, cabeza de un régimen con más de 3.000 desaparecidos, con miles de torturados, con operaciones orquestadas con gobiernos de diversos países para matar y torturar a sus detractores, y en la misa de funeral quien la preside dice que ahora él mira directamente a los ojos de Dios. Me da dolor de guata pensar que eso es así.

¿Cómo puedo lidiar con una imagen de Dios que acoge y quiere a todos, y que por lo tanto quiere y acoge incluso a un dictador? Y es aquí donde encuentro la Buena Nueva que se nos anuncia a Todos, sin distinción, en el Evangelio de este domingo. Primero, que efectivamente Dios nos quiere a todos, y por lo tanto me imagino cuanto ha de sufrir el Padre al ver que sus hijos tienen ese trato entre sí, porque somos capaces de tratar mal a los hermanos tanto que los deshumanizamos. Pero, y he aquí la segunda buena noticia que yo veo, Dios nos promete su perdón, a pesar del inmenso dolor que hemos hecho padecer tanto a nuestros hermanos como a Él directamente. ¿Significa, entonces, que creo que Pinochet está en el cielo tal como dijo el obispo castrense? Creo que Dios nos promete el perdón, pero así como en todo, somos libres de pedirlo y aceptarlo, y para ello primero hay que admitir el error y arrepentirse profundamente.
Mi duda es si uno puede esperar a estar delante de Dios para dar ese paso, o si a esas alturas ya es muy tarde.

Bernardita Hiriart