Lecturas Domingo 24 de Junio


Isaías 49, 1 - 6
Salmo 139
Hechos de los Apóstoles 13, 22 - 26
Evangelio según San Lucas 1, 57 – 66 y 80

Creerle a Dios


Creer en Dios no es lo mismo que creerle a Dios.

Si bien la mayoría de las personas creemos en Él y nos consideramos creyentes, los pocos dedos de la mano se vuelven muchos para contar a aquellos que le creen realmente a Dios.

En mi caso, confío en su palabra lo que dura un candi. Pongo en duda lo que Dios me ha dicho porque… me cuesta creerle que ‘ciertas palabras’ sean para mí. Porque si confiara en su promesa, ¿viviría como cuchillo mantequillero cuando estoy invitado a ser espada de doble filo? A ratos, Dios se vuelve ese abuelo muy querido y respetado cuyos consejos son simpáticamente aceptados, pero jamás tomados en serio.

Si creyera que Dios realmente sabe cuánto calzo y de qué estoy hecho, confiaría que su exigencia es total, pero siempre dentro ‘de lo posible’. Su voluntad no sería un deseo desproporcionado, sino un llamado con pleno ‘conocimiento de causa’. Le creería porque su sueño, al mismo tiempo que total despliegue de mi humanidad, implica delicadeza con el pabilo humeante y caña partida que soy.

Este domingo recordamos a Juan el Bautista. Este hombre, que desde pequeño daba brincos en el vientre de su madre, creyó en la Palabra de Dios, la hizo suya y habló de ella sin pelos en la lengua. Puso toda la confianza en lo que Otro le prometía, pues se sabía sondeado y conocido por Él.

¿Qué habría sido de Juan si no le hubiese creído a Dios? En vez de Bautista, sería vendedor en el Templo o exitoso funcionario público. Para al caso, da lo mismo: Jesús igual se las habría arreglado para que creyera en Él.

Con Dios…… ¡siempre hay patria, compañeros!

Mario

Destierro*


El poeta necesita de la soledad.
De la soledad del pez espada...

De la soledad del buitre
(él conoce su destino).

De la soledad de la osa polar,
capaz de dar a luz en medio del hielo.

El poeta necesita de la soledad.
De la soledad de Dios.


Ignacio

* Para efectos de este domingo, donde dice “poeta” léase “profeta”, que ni es lo mismo ni es igual, pero al fin y al cabo solo los diferencia una “r” y una “f”.

Señor, es lo que hay…


Leo una y otra vez las lecturas del día, y solo una cosa me queda clara, Dios nos pensó primero, nos hizo, nos creó; con pifias, con defectos, unos más flacos, otros rellenitos, unos intelectuales, a otros volados, a unos sociables a otros tímidos. Nos dio virtudes, talentos, ojos bonitos, piernas atractivas, etc. Pero así como somos, es como nos hizo, como nos quiso, nada se le escapó. Lo que él ve hoy de nosotros, sigue siendo lo que él soñó de cada uno, unos más parecidos a lo que se imaginó, otros no tanto, pero en esencia, somos su creación.

Lo que me sorprende de estas lecturas es que a Dios no le cuesta querernos, es más, nos creo así porque así nos ama. Mientras que hoy está tan instalado en nosotros el mirarnos con ojos sospechosos, el juzgarnos anticipadamente, el mirarnos al espejo y siempre encontrar algo defectuoso. Una gran autoestima en las personas, no es algo que resalte en nuestra sociedad, somos los primeros en aportillarnos y achicarnos (salvo algunas excepciones). Incluso muchas veces nuestra oración se centra en cómo ser mejores personas, en cómo santificarnos, qué purificar de nuestras intenciones, cómo cambiar nuestras actitudes poco evangélicas; lo que no es malo, pero con demasiada frecuencia el centrarnos en nuestras falencias, nos lleva a mirarnos el ombligo y no reconocer “lo bueno, lo bello y lo verdadero” que hay en nosotros. Mirarse con verdad, no solo implica ver lo que falta para ser, sino lo que realmente somos.

Podremos mirar siempre el vaso medio vacío, podremos desear ser otros, ser distintos, más bellos o mejores individuos, podremos cansarnos de nosotros mismos, incluso cuando alguien nos exija más, diremos “es lo que hay” con cara de “perdona lo poco”. Sin embargo, hoy, Dios no deja de decirnos “esto que hay es más que suficiente, porque esto es lo que quiero de ti”.

Lo esencial de nuestra persona es lo que permanece en el tiempo, y eso precisamente es lo que Dios soñó de nosotros cuando nos creaba, cual alfarero con su greda en las manos. Dios ve lo que realmente valemos, por eso confía en nosotros, por eso es imposible que se canse de nosotros, por eso cuando nos miremos nuevamente, ojala nos miremos con los ojos de Dios, y digamos: Señor, es lo que hay :).


María José Schultz

Invitado Especial

15-XI

El poeta no es poeta
si no cuenta con el mar
para amamantar el sueño.
Si no besa la rutina
como lo más sublime:
¿Cómo podrá ser amante?

El poeta no es poeta
si no ha sido seducido
por la boca del buen vino.
Si no ha hecho el amor
a lo bello que acontece:
¿Cómo parirá lo humano?

El poeta no es poeta
si no ha sufrido un poco más,
lo que importa es que esté vivo.
Si no ha jugado a las cartas
riéndose por las noches:
¿Cómo soportará lo absurdo?

El poeta no es poeta
si no ama a los amigos
que escalan a su lado
o a los que caen y ruedan
o a los que suben volando.
Si no ama la comida
bien condimentada
¿Qué dirá de la vida?

El poeta no es poeta
si le gustan los aplausos
que transgreden el misterio.
Si nació cuando debía
entonces no es profeta:
¿A quién escucharemos?

Carlos Barría