Lecturas domingo 2 de Diciembre

Primer Domingo de Adviento

Isaías 2, 1-5
Salmo 121
Romanos 13, 11-14
Evangelio según San Mateo 24, 37-44

Me verás volver


Recuerdo que cuando era niño para cada cumpleaños, para cada santo, para cada Navidad, el regalo de mi abuela era un sobre con una tarjeta escrita y dinero adentro (era el regalo que más me gustaba, porque significaba que yo podía elegir lo que haría con esa plata). Como para los demás primos el regalo era siempre el mismo, todos lo conocíamos como el “sobrecito de la abueli” y lo esperábamos religiosamente, tanto que al final la apuesta era respecto de cuánto vendría adentro. ¡Qué contradicción! Nos acostumbramos al regalo cuando, precisamente, no hay nada más gratuito, nada menos obligado.

Creo que a todos nos pasa, terminamos exigiendo los regalos, los experimentamos con lo debido, estamos esperando que la gente nos salude para el santo (y nos sentimos si no lo hacen), en el fondo nos duele si la polola no nos ha preparado un regalo que implique dedicación para el cumpleaños. La gratuidad se nos hace lo más común y corriente, nos habituamos al don de la vida, demandamos la salud. En cambio, ciertas cosas obvias, como la muerte, el dolor y la enfermedad sí nos toman por sorpresa. No hay nada más normal que la muerte –¡todos vamos para allá!– y, sin embargo, siempre (aun en los casos de vejez o de largos padecimientos) nos toma como desprevenidos.

Supongo que por esa razón Jesús, cuando nos habla de su vuelta, pone ejemplos negativos. No para asustarnos, sino para recordarnos que todo en Dios es pura gratuidad. Quiere decirnos que Él es la Sorpresa –así con mayúscula–. Cuando comienza el tiempo de Adviento (que es la preparación a la Navidad) uno tiende pensar ‘qué lindo’, ‘qué amoroso’, pero la liturgia nos dice otra cosa: el nacimiento de Jesús no es tierno, nace en una cueva obscura, y probablemente malolientente, destinada a los animales. Los pastores no son pintorescos, en realidad en su tiempo eran mal vistos porque se les acusaba de impuros por su trato con las ovejas: la venida del Hijo de Dios nos viene a remecer. Si ésta no cambia nuestros criterios, nada lo hará. No creamos que se trata de una segunda parte más cuando lo escuchemos decir me verás volver. La salvación viene desde donde no la esperamos.

Andrés

Después de salir del hospital

El dolor nos quita el piso,
pero transforma nuestra mirada.


Todavía en cama.
Hoy dejaron entreabierta la puerta de mi cuarto
y alcancé a ver una esquina del jardín.

Los rayos del sol iluminaban todos los colores imaginables.
Y los pájaros cantaban como si fuera el primer día tras el diluvio.


Ignacio


Y si el test diera positivo


Adviento tiene algo parecido a los tres minutos de incertidumbre frente al test de embarazo. En este tiempo, los cristianos nos volvemos a exponer a la vertiginosa posibilidad de que efectivamente venga un niño, y que con él, cambie nuestra historia para siempre.

Algunos viven esta espera deseosos. Están en condiciones de alegrarse. Otros la viven en contradicción. No es posible, no es cierto, no estamos preparados. Como sea. A la hora que ustedes menos lo piensen viene el Hijo del Hombre (Mt 24,44).

Empezar a creer que diera positivo, que efectivamente viniera un niño es, de hecho, lo que más intranquiliza. Sin saber aún de qué se trata, es claro al menos que exigirá cambios. Un terremoto de medio kilo, puede derrumbarlo todo. ¿Podrá crecer vida entre los escombros? La noche está avanzada, el día se echa encima (Rm 13,12).

Habrá asuntos domésticos que cambiar y convertir. Rutina nueva y nuevos ritos. Tiempo de mirarlo, de descubrirlo. Estar atento a sus necesidades y las tuyas. Ponerse a trabajar o trabajar el doble. Aunque eso cada vez te importará menos. Al imaginarlo te vas enamorando. Nada de comilonas ni borracheras, nada de lujuria ni desenfreno, nada de riñas ni de pendencias (Rm 13,14). Todo en ti se alegrará en ser-para-el-que-amas. Total humanidad.

¿Y qué dirán los otros? No permanecerán indiferentes. Algunos te animarán, serán apoyo, compañía. Otros, no cabe duda, serán condena. El amor está de tu lado. No hay nada que ocultar, caminarás como en pleno día, con dignidad (Rm 13,13). Una nueva vida es siempre buena nueva. Verán tu alegría, notarán la paz contigo (Sal 121,8).

También al mundo lo verás diferente, le desearás la paz (Sal 121,6). Lo que antes quizás ni notabas, ahora te importa. El amor te urge. Es el mundo tuyo, pero también será el mundo de él y lo quieres lo mejor posible para que él viva. Querrás abrigar a los niños de la calle, porque verás en ellos su rostro. Querrás contarles a todos la alegría de tu espera y te sumarás a los que caminan en la misma caravana.

Puede ser también que el test diga negativo. En ese caso, al menos te queda lo soñado. Creer que por amor estarías dispuesto grandes cosas. Nuestra alegría está más cerca ahora, que cuando empezamos a creer (Rom 13,12).

JnDiegosj