Quien le pregunta a Jesús sobre el mandamiento más importante de la ley, no es un ‘palo blanco’. Como buen maestro de la ley, sabe que no es fácil decir cuál, de los 613 mandamientos de la ley mosaica, es el más importante. Y el contexto aumenta la tensión: ambos se hallan en el Templo de Jerusalén, frente a todos los creyentes que han llegado hasta ahí para rendir el culto. Por eso, con su respuesta Jesús no sólo demuestra habilidad para salir de los aprietos y poner en su lugar a los ‘sapos’, sino que ordena las dos más grandes instituciones de su tiempo: la ley y el Templo.
¿Hay algún paralelo que nos pueda ayudar a entender la magnitud de esto? Es cómo pararse, delante de todos los inversionistas de Wall Strett, y poner en su lugar a la economía neoliberal. Es llegar a Silicon Valley y dar clase sobre tecnología, o frente a Green Peace decir qué debemos hacer con el medio ambiente. Es pararse y hablar en lugares donde un paso en falso significa ser trasquilado.
En Chile, por supuesto, también tenemos nuestros pequeños templos y leyes que parecen ‘sagradas’, cada una con sus propios sacerdotes y cultos. Universidades, lugares de vacaciones, amistades,… garantizan el éxito porque ahí se conocen los futuros maestros de la ley. Y aunque la ‘ofrenda’ sea grande, hay que presentarla para no quedar excluido del culto.
La respuesta de Jesús en el Templo no es trivial. Ella ordena lo que está primero, y lo que será pérdida de tiempo y esfuerzos. Arriesga el pellejo en medio de toda la asamblea, para contarnos que amar a Dios y a los hermanos es, de todo lo que podemos hacer y cumplir, lo más importante.
Pero, y con nuestro pichón –para la ofrenda del Templo- bajo el brazo, ¿no miramos todavía a Jesús con un poquito de compasión por lo inocente que es?
Mario