Lecturas Domingo 5 de Noviembre


Deuteronomio 6, 1-6
Salmo 17
Carta a los Hebreos 7, 23-28
Evangelio según San Marcos 12,
28-34

¿Cómo entran 4 elefantes en un Fiat 600?

Quien le pregunta a Jesús sobre el mandamiento más importante de la ley, no es un ‘palo blanco’. Como buen maestro de la ley, sabe que no es fácil decir cuál, de los 613 mandamientos de la ley mosaica, es el más importante. Y el contexto aumenta la tensión: ambos se hallan en el Templo de Jerusalén, frente a todos los creyentes que han llegado hasta ahí para rendir el culto. Por eso, con su respuesta Jesús no sólo demuestra habilidad para salir de los aprietos y poner en su lugar a los ‘sapos’, sino que ordena las dos más grandes instituciones de su tiempo: la ley y el Templo.

¿Hay algún paralelo que nos pueda ayudar a entender la magnitud de esto? Es cómo pararse, delante de todos los inversionistas de Wall Strett, y poner en su lugar a la economía neoliberal. Es llegar a Silicon Valley y dar clase sobre tecnología, o frente a Green Peace decir qué debemos hacer con el medio ambiente. Es pararse y hablar en lugares donde un paso en falso significa ser trasquilado.

En Chile, por supuesto, también tenemos nuestros pequeños templos y leyes que parecen ‘sagradas’, cada una con sus propios sacerdotes y cultos. Universidades, lugares de vacaciones, amistades,… garantizan el éxito porque ahí se conocen los futuros maestros de la ley. Y aunque la ‘ofrenda’ sea grande, hay que presentarla para no quedar excluido del culto.

La respuesta de Jesús en el Templo no es trivial. Ella ordena lo que está primero, y lo que será pérdida de tiempo y esfuerzos. Arriesga el pellejo en medio de toda la asamblea, para contarnos que amar a Dios y a los hermanos es, de todo lo que podemos hacer y cumplir, lo más importante.

Pero, y con nuestro pichón –para la ofrenda del Templo- bajo el brazo, ¿no miramos todavía a Jesús con un poquito de compasión por lo inocente que es?

Mario

Solidaridad

En Judea: palestino.
Negro entre skinhead`s.
En la Alemania nazi: judío.
Lesbiana en medio de homofóbicos.
En la cárcel: perkins.
El drogadicto de la población.
En casa de ricos: la sirvienta peruana.
Prostituta en la iglesia.
Entre machistas: mujer.
Evangélico despreciado por católicos.
En medio de la humanidad: Dios.

Ignacio

¿Pa´ dónde va la micro?

Hace unos días atrás, iba en micro al centro de Santiago y en el viaje escuché la conversación de dos mujeres que estaban sentadas cerca. Una de ellas era separada y la otra estaba preparando su matrimonio. En un momento una de ellas preguntó: ¿Por qué a los matrimonios les cuesta tanto perseverar? Y la otra contestó: porque durante el pololeo, hay que estar constantemente ganándose y validándose frente a la persona, pero cuando la pareja se casa, uno se olvida que la relación hay que seguir alimentándola, porque creemos que ya está todo ganado. Digo esto porque en la relación con Dios pasa algo similar: si la relación con Él no la cultivamos permanentemente, se va entibiando y perdiendo valor.

Una manera concreta de cultivar la relación con Él es a través de la oración, pero si ella no me lleva a convertir el corazón y a entregarme por entero al otro, amándolo asumiendo el costo que ello significa, puede que finalmente esté cultivando una relación esquizoide y sin mucho sentido. Es difícil pensar el amor de Dios si mi mundo de relaciones está dañado por mi incapacidad de ofrecer ayuda al que lo está pasando mal, o de acompañar al que está solo, o si no tengo una mínima sensibilidad hacia los más pobres.

La relación con Dios se hace concreta en la vida cotidiana y es por eso que, como decíamos al principio, hay que cultivarla constantemente para que a través de nuestra vida y nuestra relación con los demás, vaya tomando sentido y no se diluya como muchas otras cosas.

Jesús en el Evangelio nos hace una invitación concreta y es en ella donde se juega nuestra salvación: ¿Amaste a tu prójimo?

Juan Cristobal Pasini