Lecturas Domingo 17 de Junio


II Samuel 12, 7 – 10 y 13
Salmo 32
Carta de San Pablo a los Gálatas 2, 16 y 19 - 21
Evangelio según San Lucas 7, 36 - 8, 3

Estar triste


Cada cierto tiempo nos visita la tristeza. Como un elástico que tensa nuestros empeños diarios y que exigía lo mejor de lo nuestro, la alegría súbitamente se rompe y la vida se convierte en dos tiritas…. una en cada mano. Sin avisar, y justo en el momento menos indicado, se nos corta la cadena de la bicicleta; lo que era útil, se transforma en tremendo estorbo.

Es cierto: siempre tenemos la sensación que nos partimos el lomo trabajando en la viña desde muy temprano para que luego, otros, lleguen al ‘vinito de honor’. Eso pasa todos los días y ‘los perlas’ existirán siempre. Pero cuando estás triste, lo que en otro momento eres capaz de aguantar, se transforma en una certera estocada que desangra lentamente. De improviso, se agotan las fuerzas para colaborar o poner buena cara. El ánimo para emprender proyectos se pierde y ya no queremos dar el asiento en la micro. Las batallas ajenas, aunque destruyan a los más queridos, se vuelven eso: ajenas. Todo huele a derrota, a cabaña sin ventilar.

Gracias a Dios, Jesús recibe la tristeza. Deja que las lágrimas, el perfume y los besos lo cubran de pies a cabezas. Sabe que nuestro cansancio no se pasa milagrosamente, sino con una buena conversa y a base de cariño.

¿Lo habrás aprendido de mis abuelas, Señor?

Mario

Opinión personal


Desconfío de los simpáticos.
De los absolutamente alegres,
de los siempreserviciales.

No me gustan los livianitos de sangre.
Los que parecen ángeles.

No les creo a los perfectos,
ni a los sin-pecado-concebidos.
No tengo nada que ver
con los que se jactan de ser puros.

Pero a los que menos soporto:
son los conciliadores.
Los que evitan toda clase de problemas.
Los que creen que el mejor conflicto
es el conflicto evitado.


Ignacio

Salvada


El pasaje de la carta de Pablo de este domingo ha hecho que mantengamos una disputa con nuestros hermanos protestantes en torno a la fe y la salvación. Ellos manifiestan que, por la fe, somos salvos. ¿Nosotros, tenemos suficiente fe para creer que somos salvos por el Señor?

Los fariseos son criticados por Jesús por vivir la religión de forma y no de fondo. Ellos creían que por practicar los mandamientos y conocer la palabra con exactitud, serían salvos, pero olvidaban lo importante: el amor incondicional de Dios. Las leyes existían, pero por el amor que Dios nos tenía. Ellas guían nuestro camino pero no condicionan, a su cumplimiento, el cariño de Dios. Cristo nos aclaró que somos salvos; no por la Ley, sino por su misericordia.

Miro a la Iglesia y pienso que estamos más preocupados por las formas de nuestra religiosidad -de pedir perdón, de ir a misa por cumplir, etc.- y olvidamos lo importante: somos salvos por el amor y la misericordia sin límites de Dios.

Al leer el Evangelio, siento envidia por esa mujer profundamente amada por Dios. Creo que si cada minuto me sintiera así, entendería mi religión de fondo. Las Leyes serían una guía y no simples reglas a cumplir porque, como Pablo, Cristo viviría realmente en mí y ya estaría disfrutando la salvación.

María Isabel Soublette