Presumir de humildad

La otra vez, un amigo que trabaja en un conocido restaurant me comentaba que le impresionaba mucho como al cruzar la puerta del lugar, la gente “comenzaba a presumir”.

Según mi amigo, dicha puerta provocaba algo en quienes entraban a comer o tomar alguna cosa… los transformaba… los estupidizaba, y entonces, él podía ver como las personas presumían de riqueza, de privilegios, de inteligencia, del auto que habían estacionado afuera. Presumían incluso de la propina que dejaban por los servicios de mi amigo.

El papá presume de lo rubias de sus hijas, de lo estupenda de su señora, de lo alto de su cargo en la empresa… la mamá presume de lo lindo de su guagua, y de lo bueno que es su peluquero. Las niñitas presumen de sus botas y chaquetas nuevas, y los hijos del último celular y su viaje en el verano. Los universitarios presumen de lo poco que estudian, de cómo pasan los ramos con cuatro punto cero, de lo buena que estuvo la ultima fiesta.

Discutimos con mi amigo largo rato, reconociendo muchas de estas actitudes en nosotros, y llegamos a varias conclusiones. Que presumimos de demasiadas cosas. Que presumimos de cosas que más bien nos deberían dar vergüenza. Que no necesitamos ir al restaurant de moda para presumir de lo que tenemos.

Pero hubo preguntas que no pudimos contestarnos:

¿Por qué hoy, ninguno de nosotros presume de humildad? ¿Por qué cada vez son menos los que hacen de la sencillez una opción de vida? ¿Por qué los únicos humildes y sencillos son quienes no lo han elegido como opción, sino que quienes no han podido salir de los campamentos?


Isabel Contrucci

2 comentarios:

One drop dijo...

Excelente comentario!

Anónimo dijo...

Isa, me hace demasiado sentido tu reflexión, muy asertiva con lo que vivimos a diario. Te lo agradesco y lo comparto profundamente!

Feña González.