Lecturas domingo 8 de Junio

Oseas 6, 3-6
Salmo 49
Carta a los Romanos 4, 18-25
Evangelio según San Mateo 9, 9-13

Pecadores y peladores


En el tiempo de Jesús ya existía el pelambre. Es que hablar a espalda de los demás –y no de frente– es un deporte tan antiguo como universal. Por eso los fariseos, en continuidad con la serpiente del Génesis, prefieren cuchichear con los discípulos en vez de preguntarle directamente a Jesús la razón de su cercanía con pecadores y publicanos.

Pareciera incrustado en nuestros genes el hábito de preguntar haciéndonos los desentendidos o comentar, a la pasada, lo gorda y mal teñida que está la vecina. Si bien el tono es de preocupación, el deseo de saber y estar informados no se traduce en una conversación con el involucrado. Como nos asusta confrontar y decir lo que pensamos de frente, preferimos manifestar las aprehensiones en voz baja con cualquier otra personas y sin que el marido se entere*. Y cuando las circunstancias nos obligan a hacerlo, terminamos cantinfleando o vomitando lo que hace tiempo habíamos pensado.

Este modo indirecto de relación –que nos transforma en conocedores de cuanto enredo existe y opinólogos de todo el barrio– también enturbia nuestro diálogo con Dios. Lo que conversamos en la calle o con nosotros mismos al apoyar la cabeza sobre la almohada no es motivo de conversación cara a cara con Dios. Aunque no le mentimos, tendemos a omitir nuestras envidias, inseguridades afectivas, subidas de peso y pulsiones sexuales cuando estamos delante de Él. La firme simplemente no aparece. Hemos olvidado que tomar el fruto prohibido o cubrir la desnudez no fue el problema más grave en Adán y Eva, sino pensar que con Dios no se podía hablar de frente y contarle lo que realmente había pasado.

Por eso el modo frontal de Jesús incomoda: siempre pregunta qué estamos hablando sin doblez y a la cara. Sin embargo, no lo hace para ridiculizarnos o ponernos sádicamente en jaque. Aunque nos sintamos desenmascarados o como pillados en una maldad, su confrontación busca re-educar ese modo paradisíaco perdido: siempre de frente al Padre y los hermanos. Alegrémonos, entonces, que no sólo cene con publicamos; viene a buscar a todos los peladores que sueltos en la viña del Señor andamos pellizcando su uva y vivimos como bandidos. Su ‘sígueme’ es para todos.

Mario

* Nota del Editor
: ésta es una alusión a las reglas de discernimiento de San Ignacio de Loyola.

Impoluto


No tiene doblez.
Nada hay oculto en él.
Es realmente transparente,
nítido,
veraz.
No posee ningún secreto inconfesable.
Se alegra de ser absolutamente consecuente.

No tiene espesor.
Es –definitivamente– aburrido.


Ignacio

Presumir de humildad

La otra vez, un amigo que trabaja en un conocido restaurant me comentaba que le impresionaba mucho como al cruzar la puerta del lugar, la gente “comenzaba a presumir”.

Según mi amigo, dicha puerta provocaba algo en quienes entraban a comer o tomar alguna cosa… los transformaba… los estupidizaba, y entonces, él podía ver como las personas presumían de riqueza, de privilegios, de inteligencia, del auto que habían estacionado afuera. Presumían incluso de la propina que dejaban por los servicios de mi amigo.

El papá presume de lo rubias de sus hijas, de lo estupenda de su señora, de lo alto de su cargo en la empresa… la mamá presume de lo lindo de su guagua, y de lo bueno que es su peluquero. Las niñitas presumen de sus botas y chaquetas nuevas, y los hijos del último celular y su viaje en el verano. Los universitarios presumen de lo poco que estudian, de cómo pasan los ramos con cuatro punto cero, de lo buena que estuvo la ultima fiesta.

Discutimos con mi amigo largo rato, reconociendo muchas de estas actitudes en nosotros, y llegamos a varias conclusiones. Que presumimos de demasiadas cosas. Que presumimos de cosas que más bien nos deberían dar vergüenza. Que no necesitamos ir al restaurant de moda para presumir de lo que tenemos.

Pero hubo preguntas que no pudimos contestarnos:

¿Por qué hoy, ninguno de nosotros presume de humildad? ¿Por qué cada vez son menos los que hacen de la sencillez una opción de vida? ¿Por qué los únicos humildes y sencillos son quienes no lo han elegido como opción, sino que quienes no han podido salir de los campamentos?


Isabel Contrucci