Lecturas domingo 28 de Octubre


Eclesiástico 35, 12-14 y 16-18
Salmo 33
2 Timoteo 4, 6-8 y 16-18
Evangelio según San Lucas 18, 9-14





Por no ser


Como habrán notado, Mario dejó esta columna (por lo que el Editor me pidió que acompañe a Ignacio en Todos los Domingos hasta diciembre). No espero igualar su pluma, pero sí, como dijo él al comenzar este blog, “buscarle al verbo nuevos sujetos y predicados”, así que vamos a lo que vinimos. Nos preguntaremos quiénes son los sujetos a encontrar en los templos modernos (los malls, los estadios, los pubs … que a las iglesias los que van son pocos), ¿quiénes fariseos? y ¿quiénes publicanos?

Según el informe de Desarrollo Humano del año 2000, un 31% de los chilenos afirma ser discriminado por su lugar de residencia. ¡Un tercio de nuestros compatriotas se siente mirado en menos! Y no estamos hablando solo de los que viven en la Legua o en los campamentos, sino de los que estudian en colegios con número, los que pronuncian la ceashe, los que residen en viviendas del subsidio habitacional, porque a todos ellos los encontramos en los mismos barrios. A modo de ejemplo, Santiago es tan discriminador que solo 302 pobres (de los 824.472 que hay en la región metropolitana)*
viven en la comuna más rica. Tendemos a mirar por encima del hombro a todos aquellos que se encuentran en inferior situación económica.

Pero esto parece más bien lucha de clases contra los ricos opresores que otra cosa. ¿De eso trata el evangelio? En nuestra imaginación colectiva nos pintamos al fariseo como el rico y al publicano como pobre, cuando la realidad es distinta. Los fariseos son la clase media de su tiempo (su orgullo está puesto en ser cumplidores de la ley de Moisés, y no en otra cosa), en cambio, los publicanos son justamente los que tienen dinero, ya que ellos eran los recaudadores de impuestos. El fariseo se jacta, ante Dios, de no ser como el publicano (que ha conseguido riqueza ilícitamente, podemos adivinar), en cambio, el rico acá es quien reconoce su pecado.

Es perfecto fariseo, entonces, el que discrimina a los cuicos por no ser escurridos, a los que no viven la sexualidad como él por ser inmorales (o retrógrados, que aunque es la contraria a la anterior, también es discriminación), a los políticos por no ser eficientes como ONG, a la jerarquía de la Iglesia por no ser moderna, a los que trabajan en la empresa privada por no estar preocupado del país…

El problema, pareciera, está en compararse con otros. ¿No será que todos alguna vez hemos dicho ‘gracias, Señor, por no ser como ese fariseo, que se cree mejor persona que los demás?’. Tal vez sea el tiempo de dejar de mirar para el lado, y de reconocer, cada uno, sus propias yayitas, que después de eso –seguro– nos perdonarán.


Andrés

* Nota del Editor: según la CASEN 2003.

Isaías 53

Serán enaltecidos aquellos que se humillan
no por mérito propio,
sino porque Jesús se identifica con ellos.


Como cordero llevado al matadero, como cordero
.
Como trabajador de la construcción.
Como cordero.
Como empleada doméstica.
Como oveja muda ante el esquilador,
no abría la boca
.

Como cordero llevado al matadero.
Como vendedora de multitienda.
Como cordero.
Como oficinista público.
Maltratado, aguantaba,
no abría la boca
.

Como cordero llevado al matadero.
Como peluquera de centro de estética.
Como cordero.
Como pescador artesanal.
Un hombre hecho a sufrir,
curtido en el dolor
.

Como cordero llevado al matadero.
Como mozo de restorán.
Como cordero.
Como obrera de fábrica textil.
Creció en su presencia como brote,
como raíz en tierra árida
.

Como cordero llevado al matadero.
Como chofer del camión de basura.
Como cordero.
Como encargada del aseo.
No tenía presencia ni belleza
que atrajera nuestras miradas
.

Como cordero llevado al matadero.
Como lavandera a sueldo.
Como cordero.
Como poblador de la Toma.
Despreciado y evitado de la gente…
verá la luz,
rehabilitará a todos
.

¡Por el siervo inocente
triunfará el plan del Señor
!

Ignacio

Nota del Editor: el texto de Isaías 53 se encuentra en la sección comentarios de esta columna.

Jesús juicioso


¿Qué es lo propio de un juez? A nuestros ojos un buen juez es aquel que es imparcial, teniendo como paradigma de confrontación la ley y las circunstancias de aquello que se tiene por materia de juicio. Los “hechos”, por tanto, deben ser juzgados con la mayor objetividad posible, manteniendo las distancias y dejando de lado toda afección posible para que prime y gobierne solamente la ley, el derecho y la justicia. Es así como la imparcialidad se plantea como un valor fundamental a la hora de decidir y de juzgar. En otras palabras, un “buen juez” es aquel que no se la puede jugar (ni involucrar) por ninguna de las contrapartes.

Dicen por ahí, que los “juiciosos” vivimos siempre juzgando a los demás, porque no podemos escaparnos del juicio moral... Éste es bueno o malo, valioso o poco habiloso, caprichoso o mentiroso, santa o descarriada... Y el paradigma de nuestros juicios debiera seguir siendo el del “buen juez”, para que seamos validados como prudentes y ponderados en nuestro hablar…

Desde el criterio de la imparcialidad el Fariseo es un buen juez de sí mismo, porque sus juicios son todos correctos y objetivos. “Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas”. No me cabe duda que el fariseo está diciendo la verdad, solamente la verdad y nada más que la verdad.

Jesús, sorpresivamente, nos cambia la óptica una vez más, ya que si Él fuera también un “buen juez” tendría que aplaudir y reconocer públicamente las maravillas obradas por el Fariseo; porque sus palabras, seguramente remiten a hechos objetivos. Pero, en honor a la pedagogía del contraste, Jesús continúa la parábola mostrándonos a un pobre publicano, despreciado –antes de partir con la explicación– por el solo hecho de ser publicano. El no se atreve ni siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que sólo implora misericordia “¡Dios mío ten piedad de mí, que soy un pecador!”. Las vidas del Fariseo y el Publicano no tienen parangón. Si Jesús fuera un “buen juez”, ante todo imparcial y desafectado, no tendría sólo que aplaudir y reconocer al Fariseo, sino que tendría que condenar abiertamente al recaudador de impuestos para Roma… Pero el gran quiebre de la parábola se da precisamente en que Jesús desecha la imparcialidad, porque implica no involucrarse realmente con lo nuestro, tomar distancia de nosotros. Nuestro Dios toma partido y lo hace por los indefensos. Lo hace por nosotros en la medida en que reconozcamos nuestra indefensión. No se sube al estrado del juez, sino que se abaja al que sufre, haciéndose cercano y próximo a Él. Su justicia parte inclinada hacia el más débil. La imparcialidad se convierte en parcialidad. Parcialidad absoluta por el que está lejos y frágil. Parcialidad que juzga con el corazón. Parcialidad dada por el amor profundo por el hombre que se torna pasión por aquellos que no tienen con qué justificarse. Jesús como buen “juicioso” enjuicia, pero lo hace con otros criterios. Su juicio parcial se inclina al escuchar a aquel sentenciado que se muestra necesitado de Dios, abierto a la Fe. Su juicio es interior y no exterior. Juzga la conciencia que no se adueña de lo bueno, sino que implora piedad. Juzga a favor de aquel que no busca poseer(se), sino referirse a su Señor. “Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”. No cabe duda que Jesús está diciendo la verdad, solamente la verdad y nada más que la verdad. Eso es lo que hace a un buen Juez.


Carlos Alvarez sj