Mejor olvídate


¿Vamos de paseo? Sí!! Vamos a ayudar a los pobres!!!!

¡Ay! que pena la viejita, era pobre, pobre, pobre, y los niños, ¡ay! llenos de piojos, con los mocos colgando y las zapatillas rotas. Como que me dio un poquitito de asco, y pena, yo creo que el próximo año voy a ir de nuevo a construir mediaguas, así ayudo a otra familia. Ahhh mierda, pero eso significa que voy a tener que ir todos los años, porque o si no la conciencia “toc, toc” ahí molestando como el bzzz de una mosca que no te deja tranquila, y a mí igual me gustaría ser una buena persona. Pero es que, la firme, no soy taaaan constante, así que tiene que haber otra solución. ¿Por qué no escondemos a los pobres? Mejor opción, mandémoslos a vivir lejos de nuestras casitas bonitas, con alarma y todo. Y hagamos carreteras que nos hagan olvidar que existen, y pasemos bien rápido en nuestros autos echando polvo, y mejor subo los vidrios pa no ver al gentío apretujado en el transantiago, porque me caben fácil cuatro de ellos en el auto.

Chuta, pero hay otro problema a mi nana la tengo que ver todos los días… mejor no le hablo, así que no me cuente la enfermedad de su marido o que al hijo lo echaron del liceo.

Uff, ya me siento un poco más tranquila. Puta madre, tengo todo resuelto, y prendo la tele y aparece la Teletón… igual triste, hasta había un señor que trabajaba sin patitas. Cacha po! Y a mí hasta me da lata estudiar, y éste aperrando. Filo, me cansé de pensar, mejor no veo más tele, chao con los minusválidos.

Sigo carreteando, y paso por el Golf, y ¡sacrilegio! Lleno de putas. Ahh, no, me equivoqué, travestis… peor. Llamemos a los pacos, no los quiero ver, entre la ambigüedad de los travestis y la cochiná del adulterio, y qué decir de la homosexualidad… no, a la cárcel, porque “de algo tienen que comer”, pero yo no los quiero ver, porque me acuerdo que hay niñitas en algún país que termina con zjstán que se prostituyen desde los 12 años. Prefiero que se prostituyan en otro barrio.

Una amiga tiene depresión, y en verdá no sé que hacer y me distancio poco a poco de ella. Y mi tía se separó, así que mejor no la invitamos a la navidad familiar.

Varios problemas solucionados: pobres segregados, travestis exiliados, minusválidos olvidados, locura rechazada, familia ¿cuál familia? (si tampoco eran tan cercanos).

Estoy sola, y he olvidado a todos. Menos a los que se me parecen. A cada una de las personas que me rodea. Me rasco con mis propias uñas. Y vivo con miedo, porque no conozco a nadie, no quiero a nadie, y me escapé de la realidad. ¿Un poco exagerado? Tal vez, pero ¿no tendremos todos algo de esta caricatura?

La sociedad chilena actual, la que nosotros formamos y en la que participamos activamente (y a la cual le echamos la culpa de todos los males), nos presenta un mundo dividido: a modo de ghetos se han ido separando distintas realidades, y el sujeto tiene miedo y no sabe qué hacer con ellas, porque no las conoce, y así, poco a poco, las puede ir evadiendo para no hacerse responsable. Nos enfrentamos a una tragedia de las con mayúscula: un sujeto dividido, una humanidad que se desconoce. Si seguimos alejándonos de cada uno de nuestros hermanos por su diferencia, perdemos el sentido de responsabilidad, si no nos hacemos responsables por cada uno de quienes nos rodea, a nivel directo y también en el trabajo de las estructuras más amplias, no deja de existir el otro, sino que lo negamos.

Nos urge en el Adviento difundir la palabra de Dios y acoger a cada uno de nuestros hermanos, que son TODOS. Pero ¿cómo lo hacemos si no conocemos al otro?, ¿en que lenguaje te hablo si no conozco tu idioma?, ¿cómo te abrazo si no sé dónde encontrarte?, ¿cómo limpio una lágrima que no veo?

Francisca Guarda

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