Me verás volver


Recuerdo que cuando era niño para cada cumpleaños, para cada santo, para cada Navidad, el regalo de mi abuela era un sobre con una tarjeta escrita y dinero adentro (era el regalo que más me gustaba, porque significaba que yo podía elegir lo que haría con esa plata). Como para los demás primos el regalo era siempre el mismo, todos lo conocíamos como el “sobrecito de la abueli” y lo esperábamos religiosamente, tanto que al final la apuesta era respecto de cuánto vendría adentro. ¡Qué contradicción! Nos acostumbramos al regalo cuando, precisamente, no hay nada más gratuito, nada menos obligado.

Creo que a todos nos pasa, terminamos exigiendo los regalos, los experimentamos con lo debido, estamos esperando que la gente nos salude para el santo (y nos sentimos si no lo hacen), en el fondo nos duele si la polola no nos ha preparado un regalo que implique dedicación para el cumpleaños. La gratuidad se nos hace lo más común y corriente, nos habituamos al don de la vida, demandamos la salud. En cambio, ciertas cosas obvias, como la muerte, el dolor y la enfermedad sí nos toman por sorpresa. No hay nada más normal que la muerte –¡todos vamos para allá!– y, sin embargo, siempre (aun en los casos de vejez o de largos padecimientos) nos toma como desprevenidos.

Supongo que por esa razón Jesús, cuando nos habla de su vuelta, pone ejemplos negativos. No para asustarnos, sino para recordarnos que todo en Dios es pura gratuidad. Quiere decirnos que Él es la Sorpresa –así con mayúscula–. Cuando comienza el tiempo de Adviento (que es la preparación a la Navidad) uno tiende pensar ‘qué lindo’, ‘qué amoroso’, pero la liturgia nos dice otra cosa: el nacimiento de Jesús no es tierno, nace en una cueva obscura, y probablemente malolientente, destinada a los animales. Los pastores no son pintorescos, en realidad en su tiempo eran mal vistos porque se les acusaba de impuros por su trato con las ovejas: la venida del Hijo de Dios nos viene a remecer. Si ésta no cambia nuestros criterios, nada lo hará. No creamos que se trata de una segunda parte más cuando lo escuchemos decir me verás volver. La salvación viene desde donde no la esperamos.

Andrés

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