Creerle a Dios


Creer en Dios no es lo mismo que creerle a Dios.

Si bien la mayoría de las personas creemos en Él y nos consideramos creyentes, los pocos dedos de la mano se vuelven muchos para contar a aquellos que le creen realmente a Dios.

En mi caso, confío en su palabra lo que dura un candi. Pongo en duda lo que Dios me ha dicho porque… me cuesta creerle que ‘ciertas palabras’ sean para mí. Porque si confiara en su promesa, ¿viviría como cuchillo mantequillero cuando estoy invitado a ser espada de doble filo? A ratos, Dios se vuelve ese abuelo muy querido y respetado cuyos consejos son simpáticamente aceptados, pero jamás tomados en serio.

Si creyera que Dios realmente sabe cuánto calzo y de qué estoy hecho, confiaría que su exigencia es total, pero siempre dentro ‘de lo posible’. Su voluntad no sería un deseo desproporcionado, sino un llamado con pleno ‘conocimiento de causa’. Le creería porque su sueño, al mismo tiempo que total despliegue de mi humanidad, implica delicadeza con el pabilo humeante y caña partida que soy.

Este domingo recordamos a Juan el Bautista. Este hombre, que desde pequeño daba brincos en el vientre de su madre, creyó en la Palabra de Dios, la hizo suya y habló de ella sin pelos en la lengua. Puso toda la confianza en lo que Otro le prometía, pues se sabía sondeado y conocido por Él.

¿Qué habría sido de Juan si no le hubiese creído a Dios? En vez de Bautista, sería vendedor en el Templo o exitoso funcionario público. Para al caso, da lo mismo: Jesús igual se las habría arreglado para que creyera en Él.

Con Dios…… ¡siempre hay patria, compañeros!

Mario

1 comentario:

Juan Pablo SJ dijo...

Recuerdo q mi Papa de chico me dijo q el me conocia mas que yo mismo, a esa edad no entendi lo que queria decir. Luego mas grande me dijo ciertas cosas q yo no habia cachado de mi, parece que tenia razon. Quizas por eso confio mas en Dios q en mi mismo, el me conoce mucho mejor que yo a mi mismo (claramente mas que mi papa). Y por eso, solo a veces, debido a mi propia pequeñez, le creo.