Cuidar lo que se me ha regalado

Descubrir, pero sobre todo sentir que realmente uno es hijo e Dios, es de verdad fantástico. Sin embargo, desde ese momento no sólo ha cambiado la mirada que tengo sobre mí misma, sino que he podido ver en mis hijos a Dios y su amor. Esa ‘paternidad de Dios’ los hace fascinantes a mi mirada de mamá, aunque a veces sean agotadores.

Cuando los miro, los descubro tan distintos unos de otros y a veces necesito usar todo mi amor, ternura, paciencia y respeto para corregirlos… para no desesperarme.

Si yo, que soy solamente humana los amo tanto, ¡cuánto más nos amará Dios!. Cuánta más paciencia nos tendrá, cuánto más nos anhela y espera que volvamos a Él, que reconozcamos a Cristo como nuestro alimento, que no nos perdamos en envidias, animosidades, que respiremos hondo antes de un arrebato con nuestros hijos, que corrijamos sin impaciencia, más importante aún que no lo perdamos de vista a él en nuestro mundo cotidiano.

Señor: en el día de hoy tal vez estaré muy ocupada; tal vez me olvide un poco de Ti, pero Tú no te olvides de mi. Permíteme dominar mi carácter, no descargarme en mis hijos o en los demás cuando las cosas no salen como yo quiero. Permite que ellos puedan reconocer a Cristo en mi.

Tú me has confiado, junto a mi marido, una misión sublime: ser tus testigos y apóstoles, en primer lugar, de mis tres hijos.

Gracias por esta gran responsabilidad de ser papás: que maravillosa y feliz responsabilidad.

Carolina Hering

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