Escalera al suelo


Como muchos textos bíblicos, el evangelio de este domingo está bellamente construido, lleno de referencias e imágenes que evocan otros episodios.

Jesús, arriba del monte, se encuentra con las dos figuras más grandes del Antiguo Testamento: Elías y Moisés, el profeta que habla con el Innombrable, y el pastor del pueblo que vio cara a cara al Invisible. Pero ambos, además de su potente relación con Yahvé, tienen una particularidad: no murieron y están en la presencia de Dios. Se cuenta que Elías fue arrebatado por un carro de fuego y llevado al cielo; y la situación de Moisés es extraña, pues aunque se dice que murió, nadie conoció su tumba. Entonces a Jesús, arriba del cerro, se puede aplicar el dicho ‘mira con quién andas, y te diré quien eres’.

Sin embargo, la primera lectura le da un precioso brillo a este texto. Dios saca a Abraham fuera de la tienda y le muestra el cielo. En la mitad de la noche, le promete una descendencia tan numerosa como las estrellas. Ahora bien: como condición de la promesa, Dios le entrega a Abraham un lugar para que su descendencia se multiplique. La promesa de Dios va acompañada de una tierra que vuelve posible esa misma promesa.

Sin forzar los textos, ¿no es lo mismo que sucede con los discípulos arriba del cerro? Luego de ‘estar en el cielo’ viendo a Jesús transfigurado junto a Elías y Moisés, son enviados a bajar ‘a la tierra’. Ahí se encontrarán con su descendencia: el resto de los discípulos y los enfermos que siguen a Jesús. Y me atrevo a decir esto, porque en el evangelio del domingo pasado –las tentaciones en el desierto- se repite el mismo piropo hacia Jesús que en este evangelio, produciéndose igual movimiento: luego de escuchar el amor de su Padre y ver el cielo abierto como Abraham, Jesús parte a vivir esa promesa en medio del mundo.

Si Dios no le hace el quite al mundo, sino que lo incluye en su relación con el hombre, ¿por qué esa insistencia de espiritualizar nuestra fe? Algo del Transantiago nos tiene que tocar pues nuestra descendencia está parada desde las 5 a.m. esperando la micro o tratando que esto funcione. ¿Alguien le va a parar los carros a estos parientes mafiosos que impiden que los más pobres, numerosos como las estrellas del cielo, lleguen a la hora a la pega? Y si la Concertación y la Oposición siguen viviendo en las tres tiendas que se hicieron, algo de culpa también tendremos nosotros.

Tener fe es creer en el suelo y que sólo a través de él llegaremos al cielo. Si no, pregúntenle a Elías o Moisés que saben de estas cosas.
Mario

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