El broche de oro

Aún cuando TVN hace sus mejores esfuerzos por hacernos soñar con otros mundos posibles (donde la niña pobre se convierte en princesa), reinos, reyes y dragones, quedan en el mundo de lo imposible, de la fantasía. Nadie se atreve siquiera a soñarlo, menos hoy que por ser bueno te ganas el título de “Rey de los Huevones”.

Lo mismo ocurre con el proyecto de Dios. Espectacular, buenísimo, nobledifícil, utópicoimposible. Y para más remate, añejo. Si hasta se le ocurre hablar de un Reino ¡y el mismo Jesús se las da de Rey!... como si la vida se tratara de un lindo cuento de hadas.

El año litúrgico, termina con la Fiesta de Cristo Rey. Pone el broche de oro al tiempo vivido, reconociendo que el niño de Belén, aquel adorado en el pesebre como rey, muere también como tal con un letrerito sobre la cruz que nos recuerda su “dignidad”. Así creer es de locos o mensos.

Sin embargo, si reemplazamos la idea de Reino por la de Felicidad (la plena, la que va más allá del estado transitorio de alegría, la del gozo que no acaba) nos acercamos al proyecto de Dios posible, entusiasmante, vigente.

Haz la prueba de leer algún trozo del Evangelio en esta clave. No será tan extraño entender Reino de Dios como sinónimo de gratuidad, justicia, verdad o amor. Pero procura entenderlo (y vivirlo) desde la lógica de Dios (aquella que resulta ilógica para nosotros). Piensa en un proyecto grande, pero que nace desde abajo, desde lo sencillo, que no tiene publicidad, que se realiza todos los días casi en anonimato, casi ha riesgo de pasar desapercibido. Piensa también en un Dios que lo puede todo, pero que se fía de ti para cumplir su sueño, simplemente porque te quiere.

Te aseguro que el Rey y Reino no te parecerán tan ridículos, y entenderás aquello de “ya está entre nosotros”. Tampoco compararás a Jesús, el Rey, con el protagonista de la película de Quercia. Verás a Dios, Rey y Señor de la creación, invitándote a vivir como tal: rey o reina de tu propia vida, con un proyecto grande entre manos y con la posibilidad de realizarlo porque “Él te auspicia”.

Pablo Kramm

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