¿Estoy vivo?



Hace unas semanas un amigo me dijo –bajo riesgo de herejía– que tenía una teoría: Una vez muertos, en vez de un juicio final donde se evalúa si somos merecedores del cielo o del infierno, sencillamente nos mantendremos amando tal como lo hemos hecho a lo largo de nuestras vidas. De esa forma, el infierno no será más que “seguir viviendo” para una persona que en su vida no ha sido capaz de amar, mientras que para los que amaron, el Reino de los Cielos se presentará como una prolongación del amor que han entregado y recibido mientras estuvieron vivos.

Sin entrar en una comparación odiosa entre los procedimientos formales (oficiales) después de la muerte, quiero rescatar la potencia de la frase que más me marca de este evangelio, “No es Dios de muertos, sino de vivos”. Que la vida eterna se viva desde hoy cambia radicalmente la perspectiva con que uno enfrenta a la muerte lejana y extraña, que sólo conocemos cuando afecta a los demás. Entender que la muerte es el “estado de no-amor” implica preguntarnos desde hoy y para siempre ¿estoy vivo?, ¿estoy amando?, ¿soy amado?

El “Cielo” se juega diariamente, y quienes quieran ser como saduceos, mejor nunca vayan a la ópera. Porque, tal como finalizó el mismo amigo de antes, para regocijarse con una ópera es necesario experimentar las sensaciones que provoca muchas veces, hasta que el oído y el gusto se refinan. Es la única manera de disfrutarla a concho. Con la vida eterna pasa exactamente lo mismo. Si no se ha buscado amar con pasión e insistencia muchas veces, y a cada cosa que nos rodea, nunca se podrá disfrutar con creces la compañía de Dios; nunca se podrá, en definitiva, estar vivo.



Claudio Castro

1 comentario:

Anita dijo...

Gracias por tu comentario...
me gustaria agregar que creo al menos yo nunca me he sentido mas viva que cuando he amado... y no hay otra forma posible de amar que dandose.... por lo tanto, no se puede estar mas vivo que cuando se da la vida por amor y a diario... tremendo testimonio el de ese dios nuestro