De vivos


¿Cómo creer en un Dios vivo si los que se consideran sus representantes hablan sólo de muerte? Triste fe es la fe de los Saduceos. La pregunta que proponen es capciosa, a ellos no les interesa saber del cielo, sino poner una trampa a Jesús para demostrar que no existe la resurrección. Su preocupación está puesta en el más acá, pero es una realidad sin horizonte, sin esperanza… por lo mismo es una fe vacía, y la muerte sólo puede engendrar muerte. Los saduceos se opondrán a todo lo que signifique vida plena, tanto así que la razón última de la conspiración para matar a Jesús es la resurrección de Lázaro (Jn. 11, 46-53). En una religión de muerte no se permite la vida. Si no anunciamos la Vida –la Buena Noticia– no crean en nosotros.

Pero, no se trata, tampoco, de escaparle a esta vida. Jesús no habla de un Dios de la vida, sino de un “Dios de vivos”. Lo que Él predica no son conceptos o ideas vagas, no busca que aprendamos una lección o un montón de reglas para ganarnos un futuro eterno. Es tal la fe que tiene en que Dios es un Dios de vivos, que eso se traduce en jugarse su vida entera. Por eso mientras los saduceos tratan de asegurar sus vidas, Él es capaz de entregarla.

Todo aquel que siga su ejemplo, todo hombre que dé vida, nos muestra al Señor. Y estos hombres y mujeres son muchos. Por lo cual, me retracto de la columna anterior: hay demasiada gente a la que no ‘le queda grande la horma de este zapato’, porque Dios es Dios de vivos y no de muertos. Es el Dios de Ghandi, el Dios de Martin Luther King, el Dios del Cardenal Silva Henríquez, pero también el Dios de los anónimos dueños de Pymes que pagan lo justo, el Dios de las abnegadas monjas que viven en la poblaciones, el Dios de los obreros que se levantan a las 5 de la mañana a trabajar para llevar comida a sus hijos, el Dios de esos choferes de Transantiago, que a pesar de todos los reclamos, saludan a sus pasajeros con un ‘buenos días’, el Dios de los voluntarios que semana a semana comparten su tiempo con aquellos que lo necesitan, el Dios de esas dirigentes de Campamentos que dejan los pies en la calle juntando el dinero para sus casas, el Dios de… (continúe usted, estimado lector, esta oración).



Andrés

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