El inmenso amor del Padre


“El hijo pródigo”, una de las parábolas más conocidas del Evangelio: el hijo, advirtiendo la gravedad de la ofensa hecha a su padre, regresa a él y es acogido con enorme alegría. Como dicen muchos, podría ser llamada la parábola de "El Padre Amoroso”, porque revela más sobre el amor del Padre que del pecado del hijo.


Jesús expone estas tres parábolas, (la oveja que se había extraviado y que fue hallada, la moneda de plata que se había perdido y se encontró, el hijo que se daba por muerto y recobró la vida), donde nos muestra “El inmenso amor del Padre” para responder la acusación de los fariseos, que murmuraban: “Éste acoge a los pecadores y come con ellos” (Lc 15,2). A ellos les parece que el Señor no debería compartir su tiempo y su amistad con personas de vida poco recta, se cierran ante quien, lejos de Dios, necesita conversión.


Pero Jesús les responde con estas parábolas, enseñándonos que nadie está perdido para Dios, y nos anima a todos, llenándonos de confianza y mostrándonos su bondad, a confiar en su inmenso amor, que así como el padre acoge a su hijo, Él nos recibirá con más amor y alegría.


Encierra también una importante enseñanza para quien, aparentemente, cree no necesitar la conversión y nos invita a actuar en todo momento con la generosidad del padre que acepta a su hijo.


Sus destinatarios no son solamente los que viven de espaldas a Dios, sino que también todos nosotros, que hemos recibido tanto de Él, que, tal vez, creemos seguirlo en todo momento y no somos generosos en el trato con los otros, ni somos capaces de entregar cariño y amor a nuestros hermanos. Introducidos en el misterio del amor de Dios, hemos recibido una llamada a entablar una relación personal con Él mismo, a emprender un camino espiritual para hacernos cada día más semejantes a Cristo.


Nos muestra su dulzura y nos pide una conversión radical y profunda: Dios nos pide que nos convirtamos al amor y lo entreguemos a todos. Nuestra opción fundamental, como cristianos, es que “Hemos creído en el Amor de Dios”, y eso debe expresarse en gestos concretos hacia nuestros hermanos.


Carmen de la Maza

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