Cálculo divino


¿Dios sabe o no de matemáticas?

Al menos los textos bíblicos dicen que no. Si nos restringimos al Nuevo Testamento –porque en el Antiguo no hay fórmula matemática que resista–, existen muchas cuentas mal sacadas. ¿Necesitaban tantos litros de vino en las bodas de Caná?.... ¡porque sobró trago para celebrar dos o tres matrimonios más! Y lo mismo en la multiplicación de los panes: quedaron 12 canastas llenas de pan. Para un simple desayuno donde los comensales eran solamente ocho, Pedro arrastró una red con 153 peces. ¿Por qué descuidar un rebaño de 99 ovejas sólo porque una de ellas se perdió? ¿Qué empresa resiste que un jornalero que sólo trabajó una hora reciba el pago de todo un día laboral? ¿Por qué el sembrador lanza semilla a diestra y siniestra? Jesús, igual que su Padre, salió malo para los cálculos. De tal palo tal astilla.

Pero este cálculo no sólo está mal sacado con las cosas, sino también respecto de las personas. Si hay que calcular las fuerzas, ¿por qué Jesús envía sólo a 12 discípulos? ¿Por qué exigir rezar en Getsemaní, justo a la hora que todo el mundo está durmiendo? Cuando apenas tengo fuerzas para levantarme en la mañana, ¿por qué me invitan a cargar con mi propia cruz? Si el otro rey siempre tiene más ejércitos y nunca tendré fuerzas para construir la torre –en Babel ya quedaron cortos de plata– ¿por qué me pide, entonces, dejarlo todo? ¿Cómo saca sus cuentas Dios?

La desproporción en el cálculo divino está, a mi juicio, en que Dios se incluye como un factor de la suma. Él mismo hace rebalsar toda ecuación donde esté incluido y, por esa razón, invita a calcular lo incalculable. Porque se sentía con sponsor, Francisco de Asís transformó la Iglesia con una pobreza que no alcanzaba para hacer cantar a un ciego. Y lo mismo su tocayo*
en Oriente: partió, confiado en Dios, a evangelizar… ¡un continente! Como todo hombre de fe, ambos incluían a Dios en el cálculo. No sólo les alcanzaban las fuerzas, sino que les quedaba tiempo para hablar con los pájaros o aprender otros idiomas.

A los ojos de cualquier contador, las cuentas de Jesús siempre estarán mal sacadas, pues no hay regla que contenga a su Padre o ecuación que aguante la potencia de su Espíritu. Al excluir la desproporción amorosa de Dios en los cálculos, nuestros sueños correrán dos peligros: o serán demasiado realistas o autodestructivos. Nadie puede cargar su propia cruz ‘a puro pulso’ o dejarlo todo sin colapsar a los 15 minutos –a menos que deje que Dios lleve a feliz término lo que Él mismo ha comenzado desproporcionadamente en mí–.

Mario


PD: Hablando de matemáticas… ¿por qué creemos en un Dios que, al mismo tiempo, es uno y tres?


* San Francisco Javier, Patrono de las misiones.

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