…¡y por todos mis compañeros!


En el segundo relato de la creación del mundo, se narra cómo Dios crea desde el barro a Adán y, del costado de éste, a Eva. A ambos se les entregaba el mundo entero y la familiaridad con Dios. Podían, cuando quisieran, pedirle a Dios una taza de azúcar o pasar a tomar té en su Casa. Viven cara a cara frente a la divinidad, sin nada que temer.

Como todos sabemos, esta relación se rompe. Apenas comen del fruto prohibido, descubren su desnudez y se vuelven temerosos. Tanto así que, cuando Dios los viene a invitar a columpiarse o mirar el atardecer juntos, ellos se esconden por miedo. ¿Por qué se escondieron?, dice con pena Dios. ¿Quién les dijo que no los perdonaría? Gracias a Adán y Eva, le tenemos miedo a Dios y creemos que andar ‘con la del bandido’ es nuestra vocación fundamental.

En una antigua homilía sobre el Sábado Santo, la Iglesia nos invita a ‘imaginar’ qué hizo Jesús mientras yacía muerto en el sepulcro. Luego de entregar su espíritu en la cruz, descendió hasta el fondo de la muerte y sus puertas: el Infierno. ¿Y a quién fue a buscar Jesús en ese lugar?: a Adán. El texto dice: "A ti te mando: «despierta tú que duermes», pues no te creé para que permanezcas cautivo en el Abismo; «levántate de entre los muertos», pues yo soy la vida de los muertos. Levántate, obra de mis manos; levántate, imagen mía, creado a mi semejanza. Levántate, salgamos de aquí". La oveja perdida es llevada en los brazos del pastor, mientras la dueña de casa canta de alegría porque encontró la moneda extraviada y en la casa del hijo pródigo la música se escucha a kilómetros de distancia.

Dios no quiere que vivamos ocultándonos. Insiste que nada ni nadie podrán separarnos de su amor. Su Hijo, como cuando jugábamos a la escondida, ha dicho en las puertas mismas de la muerte ‘un, dos, tres por mí y por todos mis compañeros’. Todos podremos salir de nuestros escondites para volver a mirar a Dios cara a cara.

Si alguno de ustedes ha vivido esto, por favor, cuéntele a los demás. Algunos somos más incrédulos y lentos para resucitar.
Mario

1 comentario:

Pilar dijo...

Creo que será difícil salir de nuestros escondites, mientras exista ese vicio tan implantado en nosotros los cristianos (me incluyo)de juzgar al del lado, porque todos tenemos una opinión de si lo que está haciendo el otro es o no correcto, tan fariseos que somos, parece que no entendimos nada. Cuesta mostrarse por miedo de lo que piensa el del lado, y si ya nos sentimos tan míseros frente a toda esta existencia, más nos cuesta mostrarnos frente a esa figura de Dios, que es la perfección plena, creemos que no somos dignos de su amor, aunque Él nos declara libremente que nos ama y lo grita a los cuatro vientos. Y al final mi relación con Dios termina siendo un perpetuo examen de conciencia sobre que si lo que hago o lo que dejo de hacer está bien, en vez de disfrutar plenamente de su amor. Personalmente creo que salir del escondite va acompañado de un cambio de "switch" sobre nuestra experiencia de Dios, sobre nuestra visión de lo que significa ser amado por Dios, mientras no logremos vivir y sentir eso, creo que seguiremos en nuestros escondites, donde me incluyo, estoy instalada, ya hace mucho tiempo.
un beso Mario y Feliz Pascua de Resurrección,
Pili Polloni