Lo mismo, pero al revés


Esta Semana celebramos el misterio Pascual. Al igual que Noé en el diluvio y Moisés en el desierto, la Iglesia ha pasado 40 días/años navegando en las aguas cuaresmales que preparan la llegada ‘a lo nuevo’. Después de este tiempo, por fin el arca toca suelo firme y el pueblo llega a la tierra prometida.

Por eso, no es casual que los evangelistas narren que Jesús también pasó 40 días en el desierto antes de su ‘nueva vida’. Y al igual que Noé y Moisés, Él fue probado en este tiempo previo al brinco apostólico. Es cierto que no pasó encerrado arriba de un barco o teniendo que aguantar los berrinches de un pueblo, pero sí se las tuvo que ver con el demonio mismo. Éste le ofreció todo el mundo si se arrodillaba delante de él; saciar su hambre si transformaba las piedras en pan, y el servicio angelical si se tiraba de la cima el Templo. Como buen delantero, Jesús esquivó todas las patadas.

Ahora bien: estas gambetas divinas no tienen un fin en sí mismo. Jesús ha venido para que el hombre tenga vida, y pone todos los medios para que esto sea posible. Por eso, cuando leamos este Jueves Santo que Jesús lava los pies de sus discípulos, estaremos reviviendo las tentaciones… pero al revés. Quien se negó a arrodillarse frente al diablo, toma una toalla y en cuclillas lava con cuidado los pies de cada uno de sus amigos. Se resistió, aunque le sonaban las tripas, a convertir las piedras en pan; sin embargo, en la última cena él mismo se vuelve pan para todos los presentes. Y, en vez de ángeles que podrían estar a su servicio, Cristo mismo sirve a sus discípulos.

Jesús niega todo al demonio para dárselo al hombre. Dios tiene muy claro cuál es su principio y fundamento, y no dudará en ordenar todo desde ahí.

Que esta semana podamos escuchar del Resucitado las mismas palabras que San Ignacio nos invita a rezar en los Ejercicios*, pero al revés: Toma, hijo, y recibe toda mi libertad,…

Mario

* La oración de San Ignacio de Loyola la puedes encontrar en la sección “comentarios” de este artículo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Oración de San Ignacio de Loyola

Toma, Señor y recibe toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad;
todo mi ser y mi poseer. Tú me lo diste, a ti Señor,lo torno; todo es tuyo, dispón según tu voluntad.
Dame, solamente tu amor y gracia,
que esto me basta. Amén.