La última palabra

¿Cuántas veces hemos leído esta parábola mirando solo al hermano menor? ¿Cuántas, incluso, solidarizamos con el mayor? Pero si Jesús nos cuenta esta historia no es para decirnos que uno de los dos está bien. Ambos están igualmente equivocados, y es que la raíz de su pecado es exactamente la misma.

Los dos están heridos, pues no se reconocen como los hijos que en realidad son. Mientras uno quiere pedirle trabajo a su padre – “Padre, ya no merezco llamarme hijo tuyo…”–, pues en el fondo no cree en su misericordia, el otro no es capaz de tomar un cabrito para celebrar como hijo – “Cuántos años llevo obedeciendo tus ordenes… pero llega ese hijo tuyo” – y no administrador.

No sabemos por qué estaban heridos estos dos hermanos. Sí sabemos que el que entró antes a la fiesta es el hijo que se dio cuenta primero de su condición. La parábola no nos dice qué pasó al final, pero da la sensación que la última palabra es del Padre.

Andrés Guerrero

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