Cheque en blanco

Comenzamos una nueva Semana Santa y, como siempre, lo hacemos celebrando el Domingo de Ramos. Recordamos la entrada de Jesús a Jerusalén, recibido por el pueblo sencillo que intuye de la divinidad que se les había anunciado.

Como en otros Domingo de Ramos, me pregunto por el significado de tal acontecimiento. Y es que recibir al Señor no es menor. Él espera a la puerta de nuestras vidas, dejando en nosotros la decisión de invitarle a pasar.

Tomada la decisión, le llevamos a visitar nuestro país en democracia, que se construye gracias al esfuerzo de muchos que albergamos grandes y generosos sueños para Chile, con una economía estable, con un crecimiento razonable…

Pero Cristo querrá adentrarse un poco más en nuestra Jerusalén. Ahí, reconocerá el sufrimiento de muchos que viven en campamentos. Mirará a los niños que trabajan, viven en la calle o en caletas. Llorará a las niñas que se prostituyen con flores en sus manos. Enmudecerá frente a los ancianos solos y maltratados. Se indignará por las personas que deben madrugar para movilizarse (en proyectos millonarios, que por momentos han olvidado a quienes los utilizan) y con tantos que deben hacer interminables colas para ser atendidos en algún consultorio. Sufrirá nuevamente con los que padecen injusticia y experimentan impotencia y desesperanza, porque para ellos no alcanzan los beneficios de los que gozan “los del otro lado”…

Pero Jesús no viene para diagnosticarnos. ¡No! Él viene a asumir todo el sufrimiento, todo el pecado, todo el dolor… Lo hace suyo, lo toca para entregar su consuelo, para cobijarnos en sus heridas (que no son otras que las nuestras)… nos asume a todos y con todo, hasta su propia muerte… ¡Y todo gratuitamente, por puro amor!

Jesús firma, por cada uno de nosotros, un cheque en blanco y, por si acaso, se pone como aval sellando una alianza, con la garantía de haber vencido lo que ninguno: la muerte. ¡Y hay más! Recuerden que nos ha prometido gozar de la vida plena en su compañía quedándose en el Pan y Vino para celebrar el contrato juntos: el esfuerzo por la construcción del Reino, el que es para todos, sin exclusiones.

Es por Él que levanto mi ramo en señal de alabanza. Lo levanto sabiendo que me hago su cómplice, con lo que soy y tengo (sin garantía), simplemente porque me siento profundamente amada.

Gabriela Monárdes

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