Abandono

Hace un par de días, los tribunales de justicia dejaron libre a una señora que encerró a su hijita en el portamaletas del auto mientras hacía sus compras en el mall. Al escuchar sollozos en el estacionamiento, algunos clientes alertaron a carabineros quienes, ante la desesperación de la niña, forzaron las chapas para rescatarla.

Desconozco cómo funcionan las leyes, pero no hay que ser experto para descubrir que algo está mal en todo esto. Me podrán explicar mil veces el procedimiento legal y su coherencia, y las mil veces encontraré que el ‘sentido común’ dice otra cosa. Aunque la niñita sea fregada y no se quede tranquila nunca; la madre esté cansada y quiera tener por fin un momento de paz; y las leyes no sean perfectas y tengan forados, hay cosas que no se pueden justificar sin caer en la injusticia.

Hay muchos cristianos que piensan lo mismo de la Iglesia y sus normas. Todas ellas están justificadas y no son fruto de antojadizos curas. Sin embargo, muchos cristianos experimentan que ‘algo no funciona bien’, aun las explicaciones. Tienen la impresión que la Iglesia, llamada a ser testimonio de Cristo, ha encerrado en su portamaletas nada menos que al Espíritu Santo mientras hace sus diligencias.

Pero si vamos a ocupar el ejemplo, que sea para los dos lados. Muchas ‘leyes’ actuales justifican el abandono de la Iglesia, tildándola de retrograda y desfasada. En este caso, puede ser que la Madre esté encerrada y sean sus hijos los que, para que no moleste, la han abandonado en un asilo de ancianos porque está ‘gagá’. Se prefiere ‘otro’ modo de ser católico, pues pertenecer a la Iglesia es sinónimo de ser ‘el perno del curso’ que busca todos los días el libro de clases en inspectoría. Esto, igual que lo anterior, muestra que algo no anda bien aun las razones justificadas.

Si se escuchan sollozos a la distancia, ¡pobre de aquel que se haga el leso!... venga de donde venga.

Mario

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