…salta en el tablón, salta en el tablón, que llegó la LIBERACIÓN

Comenzamos un nuevo año litúrgico y lo queremos celebrar en grande; así como Pamela Díaz ha preparado su matrimonio ‘tirando la casa por la ventana’ para que todo Chile se entere, nosotros como Iglesia también deseamos hacer algo parecido –aunque con menos glamour– para que todo el mundo esté informado y participe; lo anunciamos, lo gritamos, lo gozamos. ¡Dios va a ser papá y está chocho! No tiene el pecho frío, sino que su Espíritu le quema el corazón. ¡Nacerá el hijo de Dios! El Verbo prometido desde tiempos inmemoriales ‘se hará carne’. Por eso debemos estar atentos.

Este Hijo viene a darnos, con su vida, los últimos consejos para construir el Reino. No se viene con chicas (“de tal palo tal astilla”) y está dispuesto a todo –incluso a dar la vida– para demostrarnos que vale la pena vivir por grandes causas perdidas, que vale la pena la lucha por la justicia que la misma Fe nos exige.

Por eso este Evangelio habla como si se fuera a acabar el mundo. Y de hecho, así será: los nuevos tiempos, que se inauguran con tutti, llegarán a desordenarnos la vida, cuestionar nuestros proyectos y romper nuestro pequeño y frágil bien formado castillo de naipes. ¿Qué se debe venir abajo? ¿A qué tipo de vida nos está invitando Dios a renacer?

Si Él murió por la liberación de los excluidos de su tiempo, nosotros debemos ser capaces de entregar toda nuestra vida por la liberación de nuestros pueblos, por la liberación de la miseria y la marginación. Para eso nació y por ello debemos morir. Liberemos a nuestros pueblos de crueles dioses como el mercado, la droga, el alcohol, las riquezas, el egoísmo (como duelen esas muertes por hambre!!, nos duelen?), la discriminación, ¡Basta! La invitación está hecha, ¿quién se quiere dejar afectar?

A Dios no le gusta que lo encasillemos; no conoce de esquemas y fórmulas. Pero, claramente, nos dice que la guagüita nacerá con una marraqueta bajo el brazo: la Liberación.

Carlos Campos

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