Revolución del alma

Hace tiempo llevo pensando cómo revolucionar el alma, cómo hacer un golpe de estado a la racionalidad y dejarse convencer y penetrar por Cristo. Cómo Romper la racionalidad y gritar a todos los vientos el amor de Cristo sin miedo y sin ser loca, sin sonar como fanática… Y me di cuenta que la mejor manera es dejarse llevar por el corazón y actuar de la misma forma de él, desde el alma, desde el amor, entregando todo, desprendiéndose de uno mismo. Así, hace un tiempo dedico la mayor parte de mi vida al trabajo en Campamentos, al acompañamiento de cada dirigente, a tratar de sentir como un, al parecer, detalle tan pequeño como estar cada semana con ellas o realizar salidas a otro lugar que no sea cerca de sus casas va cambiando poco a poco la vidas de ellas y la mía.

Hace un tiempo una de ellas relataba como de un tiempo a esta parte se empezó a arreglar, encontrarse más linda, cambió su relación con su esposo y ahora se quiere mucho más, con otra luchamos juntas por las mujeres maltratadas del Campamento. Es esto lo que me hace pensar que esa intuición de quedarme ahí siempre más, al final del tiempo nos revoluciona en lo más profundo a todas, haciéndonos mirar la vida desde los pequeños detalles, para iniciar grandes luchas.

Los caminos de la vida son insospechados, Dios se manifiesta a veces de las formas más insólitas pero se camina más claro cuando se escuchan esas pequeñas vocecitas desde adentro, esas que te dan la intuición… es esa intuición, la que sin duda nos unió y hoy nos mantiene unidas, fue algo que gatilló en nuestros corazones que nos llamó a luchar sin miedo a nada, porque juntas somos incansables.

Debemos sacar esta revolución desde dentro para revolucionar todo, la justicia, el país, a nuestro entorno, a nuestros vecinos… todo!!!. Gritar que todos unidos podemos más que uno, que las intuiciones son intuiciones a opciones de vida, y por lo tanto no debemos cerrar nuestro corazón, ojos, ni oídos. En definitiva sublevarse contra toda forma de injusticia y gritarlo a todos los vientos, pero también como hormiguitas trabajar para ello, aunque a veces creamos que no se escuche…

Valentina Insulza

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