Sobando el lomo


Lo que nos dicen las Lecturas del próximo domingo me recuerda una de las actitudes más practicadas en nuestra sociedad de hoy. Esa habilidad definida como la acción exageradamente continua de adular el desempeño o trabajo del otro, siempre quedando la impresión que este trabajo quedó excelente, casi perfecto o sin problemas. Nos referimos a la nunca bien ponderada sobada de lomo.

Esta actitud apreciada en diferentes lugares, trabajos, universidad, etc. y que, en primera instancia queda un dejo de conformidad, posteriormente, si somos lo suficientemente objetivos, nos damos cuenta que esto sólo nubla, levanta una polvareda que no deja ver mas allá; en efecto, todas esas congratulaciones se disipan, se disuelven y desaparecen. Es un mal que todos hemos padecido como también lo hemos practicado.

Para entender este panorama es necesario considerar un valor fundamental para el crecimiento y desarrollo personal , me refiero a la humildad, aquella señora que si fuera por nosotros jamás o nunca la tomaríamos en cuenta, pero estaríamos convencidos que la tenemos sin haberla practicado.

Qué tan humildes somos en reconocer nuestros errores para posteriormente aprender de ellos? Ese paso que condiciona empezar de cero, avanzar y/o enmendar, esa humildad que Jesús nos enseña en estas lecturas, que nos ayuda a ser más sabios. Sabios de una vida llena de dificultades, frustración, satisfacción, alegría y tristezas.

En función de lo anterior, qué ocurre con los que sobamos el lomo, ¿entra en juego la vanidad, la soberbia y el orgullo? ¿por qué es tan común esta actitud?, ¿qué nos lleva a hacer esto, tan superficialmente reconfortante, pero que finalmente nos hace tanto daño? ¿Y como darse cuenta que es solo un espejismo?

Y si efectivamente es posible disipar esa cortina de humo para saber si estamos en el camino correcto, ¿cómo hacerlo?, ¿por dónde empezar?, ¿a quién acudir? Son interrogantes cuya respuesta no tengo, pero sí sabemos que los humildes se han sentado toda su vida en el asiento del rincón del fondo y sin querer y darse cuenta, más temprano que tarde, serán invitados a la mesa central de los comensales, al contrario de los que siempre estuvieron convencidos de sus actos y sin arrepentimiento de los errores cometidos en su accionar, aquellos que comenzaron en el principio y terminarán en final casi al lado de la puerta de salida.

Rodrigo Ruiz

No hay comentarios.: