Entrar a picar


Este domingo Jesús aparece en una actitud que desconcierta a muchos. El texto narra cómo el Príncipe de la Paz anuncia que ha venido a traer fuego al mundo y que, más encima, desearía que todo ya estuviera ardiendo. Quien crecimos viendo ‘Jesús de Nazareth’ tenemos serios problemas para imaginarnos al Buen Pastor provocando problemas familiares o a una pareja tirándose los platos por la cabeza por culpa de Dios.

Esta ‘violencia’ a la que Jesús convoca, sin embargo, no es el vandalismo externo del que se quema a lo bonzo. El fuego que Jesús trae, a mi parecer, es más parecido a la braza que se come Jeremías que a la molotov del ‘infiltrado’; refiere al ardor que la vida misma produce en aquellos que, de frente al viento, sienten cómo se les aviva la llama gozosa y dolorosa del celo por la justicia de Dios. Lejos de los tragafuegos del circo, Jesús tira parafina en el pabilo humeante para provocar esa insobornable combustión por el bien de los injustamente zamarreados.

Este ‘dolor que quema’, ha sido evidenciado estos días por Monseñor Goic. Con mucha sencillez, puso una cuña que obligó a la sociedad a tomar partido por algo evidente y que las mismas piedras estaban gritando desde hace mucho rato. Movido por las apreturas que viven sus hermanos, este Pastor encendió un fuego que, efectivamente, ha encendido muchos fuegos estos días. Ha sido tan evidente su planteamiento, que incluso las acusaciones de ‘incompetencia’ por parte de los expertos ha sido considerado burda.

Este ‘debate nacional’ nos hará mucho bien. Y aunque no sepamos de economía, podemos encender fogatas que convocan al diálogo y dan esperanzas a los que tiritan de frío hace mucho rato. Demos gracias a Dios por eso y pidamos que sea respetado a todo nivel.

Por eso, cuando se produce el proceso inverso –es decir, que a los pastores se les refleje problemáticas que evidentemente dificultan la vida diaria de los fieles o impiden la fluida relación con Dios y el resto del Pueblo de Dios–, en ese caso también deberían ser defendidos los que ‘arden de celo por lo de Dios’ y dicen lo que ‘se ve a la legua’. Puede ser muy evangélico –como de hecho lo venimos haciendo desde el Concilio de Jerusalén– que nos agarremos cariñosamente porque algunas leyes de la macro-teología no se ven verificadas en la pymes-teología o la gracia repartida abundantemente por el fogoso Espíritu de Dios no llega a los más necesitados de ella.

Ojala llegue alguien menos moderado y diga, con la sencillez y fogosidad de Monseñor Goic, que también tenemos una deuda ‘eclesial’ pendiente.

Mario

No hay comentarios.: