Cinco panes y dos peces


Es cierto que hoy en día una persona es sólo una más dentro de una masa de millones. Esta realidad puede derivar en impotencia, sentir que no se tiene el poder o la capacidad para afectar lo que está pasando alrededor mío, ¿qué puedo hacer yo si soy sólo una entre miles?

Dios, en cambio, es pura potencia. En la primera lectura Melquisedec alaba su capacidad creadora y de vencer a sus enemigos. En la segunda lectura Jesús habla de entregar su cuerpo para salvar a todos los hombres; y en el Evangelio el mismo Jesucristo alimenta a 5.000 personas con cinco panes y dos peces. Eso es tener poder para hacer y cambiar las cosas.

Pero no hay que olvidar que Jesús también era humano, por lo que la potencia no es sólo una cualidad divina. Todo ser humano posee libertad de acción, y toda acción, incluso la más improductiva, se realiza en un contexto que afecta a alguien más, aunque sea de manera imperceptible.

La responsabilidad está entonces en hacernos conscientes de que nada de lo que hago me atañe sólo a mí, por lo que toda acción debe ser lo más provechosa posible. Sí, podemos y debemos cambiar lo que nos rodea, sobre todo aquello que no nos parece bien. Así como Jesús pudo alimentar a 5.000 con sólo cinco panes y dos peces, aunque nadie lo creyera posible, todos somos responsables de que también de nuestras acciones, por insignificantes que parezcan, nazcan grandes y mejores cosas.

María Paz Sagredo

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