Este es uno de los evangelios que más contradicción me produce. ¿Por qué si Dios me da todo lo que tengo, luego viene a pedirme que lo deje?, ¿qué significa “renunciar” para seguir a Dios?, ¿por qué para ser “apto para el Reino de Dios” hay que aprender a “abandonar”?
Cada vez que leo estas palabras, siento que el Dios amable y misericordioso se hace un lado y aparece el exigente. ¿Por qué no logro entender que esa exigencia es también reflejo de amor y entrega?, ¿por qué me cuesta tanto confiar y seguirlo sin pedir explicaciones o darle una infinitud de “peros”?
A veces pienso que quizás no amo lo suficiente a Dios, porque para dejarlo todo, tendría que hacer una “locura de amor”, una entrega ciega a ese ser amado. ¿No es eso el estar enamorado?
Algún día espero amar a Dios lo suficiente como para no cuestionarme el ‘ven y sígueme’, sino enceguecerme y entregarme ingenuamente como Romeo y Julieta o como la Bella y la Bestia. En fin: dicen que los cuentos de hadas y las novelas no existen, pero también he escuchado que para Dios nada es imposible.
M. del Pilar Polloni E.
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